Buenos días,
La última parada de Custer: cinco palabras pequeñas que denotan el perfecto ejemplo de la derrota más devastadora y humillante de un general Norteamericano .
En un mediodía pacífico del 25 de Junio del 1876, el Teniente Coronel George Armstrong Custer, comandante oficial de la séptima caballería de los Estados Unidos, acampaba con su brigada en el sureste del estado de Montana conocido como Little Big Horn. Sus órdenes eran las de “subyugar la revolución de los Indios Nativos.”
Para Custer esto fue una licencia para cometer genocidio en contra de la nación de los Sioux, aunque el resultado final fue el más raro que jamás habría sufrido el ejército armado de los Estados Unidos.
George Custer era un graduado de West Point y un estratega de guerra con experiencia. Sus tácticas eran frecuentemente criticadas, pero nunca su ración de triunfos. Este hombre sabía cómo hacer guerra y ganar.
Así es que, ¿cómo es que este veterano que fue hábilmente entrenado y altamente decorado, fue vencido por un grupo de personas independientes y no coordinadas?
La respuesta viene de uno de los jefes de las tribus indias, un hombre llamado: El Jefe Toro Sentado (Sitting Bull), el líder espiritual de la fracturada nación Sioux. Aunque él no tenía una educación formal ni era carismático, él por sí mismo definió el propósito y visión de su nación. Su liderazgo fue fundado con su humildad callada. Sabiduría simple y persuasión eran su estrategia.
Por años él había alertado a su gente de las amenazas del hombre blanco; de los pactos rotos; de la matanza innecesaria del Ta Tanka (la gran bestia o búfalo). El hablaba con ardua pasión e imágenes vivas. Recogiendo una pizca de tierra dijo que nunca cedería ni siquiera eso de las Colinas Negras (Black Hills) a una gente asesina.
Pero los líderes Sioux estaban cansados y desanimados. Promesas falladas habían dejado heridas abiertas y feas cicatrices. “Nada va a detener la migración del hombre blanco,” decían. “El Gran Padre Blanco tiene a demasiados hijos con quien pelear.”
Esa clase de pensamiento no era aceptable para Toro Sentado (Sitting Bull).
Como resultado, él volvió su atención a la nueva generación de estrellas jóvenes de los Sioux. El los atrajo con su idealismo y energía. A los “Four Horns” (Los cuatro cuernos), la conciencia filosófica y a los Sioux más jóvenes, les habló de la justicia social. “ ¿Se podrá confiar en la gente que mata al Ta Tanka?”
A Gall, el más fuerte de los guerreros Sioux, le preguntó, “¿Permitirás que otros te quiten tu dignidad?”
A Caballo Loco (Crazy Horse), el creciente fenómeno militar, le demandó, “¿Te quedarás parado sólo viendo que destruyen tu heredad?”
Finalmente, Sitting Bull envió una llamada para todos los Sioux a la tierra sagrada de Los Greasy Grass- Little Bighorn- a honrar el legado de sus ancestros. El rechazar su invitación sería como negar su propio pasado. El batallar contra los Blue Coats (Los Abrigos Azules) en esa tierra sagrada les daría las fuerzas de generaciones anteriores. Si morían allí, sería un honor para la causa de su nación.
Pero si vencían, sería su destino manifestado.
Así es que pelearon…como jamás ninguna tribu había peleado. Custer no tuvo oportunidad. La visión persuasiva de Sitting Bull y los orgullos guerreros que él inspiró, se aseguraron de eso.
Cada generación ha tenido sus líderes visionarios como Sitting Bull- esos que se han visto forzados a animar a los indecisos a hacer lo inimaginable. ¿Qué tan más poderoso ha sido el grito de batalla de esos llamados por Dios a hacer guerra contra el mundo de la oscuridad?
Como Jeremías. Por 40 años fielmente proclamó el juicio de Dios en Judea, mientras aguantaba la oposición.
La historia de Isaías lee de la misma manera, tal cómo la de Oseas, Amós y Joel. Y aunque la respuesta no sonaba con esperanza, se mantuvieron fieles.
Nosotros también hemos sido llamados. El día de hoy nosotros somos esa tribu de líderes llenos de pasión- hombres y mujeres fieles- armados con un atalaya, convirtiendo la oscuridad en luz. Puede que nos ganen en número. Pero ninguna cultura hostil ha estado segura cuando Dios desata sus fuerzas de fe y visión.
Como el pequeño pastor dijo cuando lanzó la piedra al gigante “Porque la batalla es del Señor y Él nos dará este gigante en nuestras manos.”
Bendiciones,
Ron Walters
Vicepresidente de Relaciones Ministeriales
Salem Media Group
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