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Wesley, Spurgeon y Moody, hombres de Dios impactantes

Veamos brevemente a cada uno:

Juan Wesley -fundador de la iglesia Metodista y uno de los más grandes evangelistas conocidos en la historia.

Aun los historiadores seculares respetados dicen que a través del ministerio de Juan Wesley, sus ayudantes y convertidos y el Gran Despertar sobre Inglaterra que resultó, Inglaterra fue librada del terrible baño de sangre que caracterizó la Revolución Francesa que ocurrió dos años antes de la muerte de Wesley. Se dice que durante su ministerio, viajó más de 400,000 kilómetros a lomo de caballo (una distancia equivalente a dar diez vueltas alrededor de la tierra sobre el Ecuador), y predicó más de 40,000 mensajes. ¿Cuál fue su secreto?

Interesantemente, él ya era un ministro ordenado de la Iglesia Anglicana aun antes de experimentar su nuevo nacimiento en 1838. Unos seis meses después, tuvo un poderoso encuentro con el Espíritu Santo. En sus propias palabras: “Estábamos reunidos y en constante oración, cuando alrededor de las tres de la mañana, el poder de Dios vino poderosamente sobre nosotros, a tal grado que clamamos con un gozo excesivo, y muchos cayeron al suelo. Tan pronto que nos recuperamos un poco de ese asombro y maravilla ante la presencia de Su majestad, irrumpimos a una voz: ‘¡Te alabamos, Oh Dios, te reconocemos como el Señor!’“

A partir de allí, él comenzó a predicar con una unción y poder extraordinarios, y su predicación resultaba en convicción poderosa de pecado en los corazones de multitudes de personas.

La verdad es que si uno se pone a leer sus mensajes hoy día, diría que no había nada en ellos como para provocar emoción. Y sin embargo Dios los usó para llevar a miles de personas al Señor. No era la palabra; era el poder de Dios sobre la palabra.

Siempre al terminar su mensaje oraba pidiéndole a Dios que “confirmara su palabra” que pusiera su sello sobre ella, y que “diera testimonio de ella”. Y Dios lo hacía así. Los pecadores sentían su culpa y clamaban a grito abierto y en gran angustia, pidiendo misericordia, bajo la influencia de la profunda convicción de su pecado. Muchos caían al suelo bajo el poder de Dios, en el momento del arrepentimiento. Unos pocos minutos después, estarían regocijándose con la seguridad de que sus pecados habían sido perdonados, y con una profunda conciencia de la paz de Cristo.

Wesley relató la siguiente experiencia en su diario personal:

“Supimos que muchos se ofendieron al oír los clamores de aquellos sobre quienes descendió el poder de Dios; entre ellos un médico, quien dijo que podría tratarse de un engaño o falsedad. Hoy una de las primeras personas en clamar misericordia fue una mujer a quien dicho médico conocía por años. Al verla llorar, le pareció increíble que fuese la misma persona. Se acercó a ella y observó todos los síntomas; vio que por la cara le corrían gruesas gotas de sudor y se estremecía hasta los huesos. Al ver eso, no supo qué decir, pues quedó convencido de que no se trataba de ningún engaño, ni tampoco de ningún desorden natural. Mas cuando su cuerpo y alma fueron sanados en un instante, el médico vio el dedo de Dios en lo que le había ocurrido a la mujer”.

Pero las manifestaciones de la presencia de Dios no se limitaban a las reuniones; algunos eran sobrecogidos por una tremenda convicción hasta tres semanas después: De repente echaban tales gritos como si estuvieran en angustia de muerte, se arrepentían, y posteriormente se regocijaban por el perdón de pecados.

Declaraciones de Wesley:

Wesley creía que los Dones del Espíritu eran para nuestros tiempos. En una carta escrita en junio de 1746, declara: “No recuerdo de ninguna Escritura donde se nos enseñe que los milagros debían confinarse a la edad apostólica o cualquier otro período de tiempo. Es cierto que San Pablo dice que las profecías y las lenguas cesarán, pero en ningún momento dice que estos milagros cesarán antes de que cesen la fe y la esperanza…”

En cuanto a la clase de personas que impactarán en el Reino:

En una ocasión, otro ministro le preguntó cómo hacerle para lograr que mucha gente viniera a escucharle. La respuesta de Wesley fue:

“Si el predicador está ardiendo, los demás vendrán para ver el fuego.”

“Dame cien predicadores que no le temen a nada excepto al pecado, y no desean nada excepto a Dios, y no me interesa ni una paja que sean clérigos o laicos, ellos sacudirán las puertas del infierno y establecerán el reino de los cielos en la tierra.”

Charles H. Spurgeon, el pastor bautista conocido como “el príncipe de los predicadores” entre los evangélicos.

Es el predicador más leído de toda la historia. Sus mensajes escritos llenan 63 volúmenes, con un total de 20 a 25 millones de palabras. Llegó a tener la congregación más grande existente para sus tiempos, y durante su vida, se estima que predicó a más de 10,000,000 personas. Para 1865, se vendían sus mensajes impresos semanalmente a más de 25,000 personas, y se llegaron a traducir en más de 20 idiomas.

Sin embargo… él nunca fue a la universidad, y por lo general, él no escogía sobre qué tema predicar hasta el sábado por la noche… y nunca llevaba más de una página de notas al púlpito.

Entonces… ¿cuál fue el secreto de su éxito?

El mismo lo atribuía a la unción del Espíritu Santo en su vida. Dijo: “Constantemente es mi oración que sea el Espíritu quien me guíe aun en las partes más pequeñas y menos importantes de los servicios…”

La oración era otro factor determinante; había un salón en el sótano de su templo donde siempre había personas de rodillas, inter- cediendo por la iglesia. El siempre declaraba que ese lugar era el generador de poder de la iglesia.

Además de sus mensajes de gran poder, fluía en los dones del Espíritu Santo. El libro “La Vida de Charles Spurgeon”, por Russell H. Conwell dice lo siguiente: “probablemente ningún hombre en Inglaterra o América en este siglo (XIX) ha sido el instrumento de sanidad de tantas personas como lo fue el Sr. Spurgeon… miles de casos de enfermos fueron sanados en respuesta a oración, entre ellos, parálisis parcial, reumatismo, aflicciones mentales y fiebres contagiosas. El se consideraba como mero agente del poder Divino, y decía que no era merecedor del don de la sanidad”.

Declaraciones sorprendentes de Spurgeon:

En cuanto a la necesidad de poder:

“Necesitamos hombres ardiendo al rojo vivo, que irradien el fuego con tan intenso calor; que no podamos siquiera acercarnos sin sentir que nuestros corazones se están quemando; hombres como relámpagos lanzados de la misma mano de Jehová, despedazando estrepitosamente cada cosa que se opone en su camino, hasta que llegue a su blanco; ¡hombres impulsados por la Omnipotencia!”

“Es el poder extraordinario de Dios, no el talento, lo que trae la victoria del día. Es unción espiritual extraordinaria, no poder mental extraordinario, lo que necesitamos. Puede ser que el poder mental llene una capilla, pero el poder espiritual llena a una iglesia con angustia del alma. Puede que el poder mental reúna una congregación grande, pero sólo el poder espiritual llenará las almas.”

En cuanto al gozo (para los ingenuos que creen que la risa santa es algo nuevo):

“Creo, en mi corazón, que hay tanta santidad en una carcajada que en un llanto, y que en ocasiones, la risa es mejor. Porque puedo gemir, pero a la vez estar murmurando y estarme afligiendo y llevando pensamientos amargos contra Dios, mientras que, en otro momento, puedo reír de sarcasmo en contra del pecado y así dar evidencia de una santa sinceridad en la defensa de la verdad” (Su Autobiografía).

En cuanto a las controversias del Avivamiento:

En un mensaje titulado “El Gran Avivamiento” (Marzo 28, 1858) Spurgeon dijo que el avivamiento es como un huracán, que trae caos dondequiera que va: “…llega, como un huracán celestial, arrastrando todo lo que tiene por delante… y hay llanto y gemidos en las reuniones… pero los convertidos son muy sinceros. Jamás habrás visto semejantes personas. Algunos los llaman fanáticos, pero es un fanatismo santo. Otros, dicen que es emocionalismo excesivo, pero es un emocionalismo celestial… que es un desorden, puede que digas… Quizá traten de detenernos, ¡pero nosotros los atropellaremos si no se quitan de nuestro camino!”

En otra ocasión, Spurgeon dijo lo siguiente:

“Algunos los llaman fanáticos, pero es un fanatismo santo. Otros dicen que es emocionalismo excesivo, pero es un emocionalismo celestial… que es un desorden, puede que digan… Quizá traten de detenernos, ¡pero nosotros los atropellaremos si no se quitan de nuestro camino!”

Charles Spurgeon

Siguiendo acerca de las críticas: “Es sólo a un árbol lleno de fruto al cual los hombres avientan piedras”.



Dwight L. Moody.

Este hombre, cuya educación formal fue el equivalente al quinto año de primaria, fundó tres escuelas de renombre. Sin educación teológica, reestructuró el cristianismo de la Era Victoriana y sin radio o televisión, alcanzó a 100 millones de personas, viajando más de cien millones de millas durante su carrera evangelística. Todo comenzó cuando este vendedor de zapatos inició una escuela dominical que llegó a ser la más grande de Chicago. Así que él ya tenía cierto éxito cuando conoció a dos ancianitas, quienes le informaron: “Hemos estado orando por ti… ¡necesitas poder! ¡Necesitas poder!”

Dice Moody: “Mi reacción inmediata fue: ¿Por qué mejor no oran por los perdidos? ¡Yo pensaba que ya tenía poder! Tenía la congregación más grande de Chicago, y había muchas conversiones. Pero ante la insistencia de ellas, por fin me animé a preguntarles exactamente a qué se referían cuando decían que yo necesitaba más poder.”

Cuando les preguntó, ellas le contestaron que lo que él necesitaba era el bautismo con el Espíritu Santo. Fue entonces que él les pidió que no sólo oraran por él, sino también con él.

Relata Moody: “Al escuchar y orar con ellas, derramaban su corazón para que yo pudiera tener la plenitud del Espíritu Santo, y comencé a reaccionar. Entró en mí una intensa hambre espiritual, que hasta entonces había sido desconocida para mí. Comencé a llorar como nunca antes. El hambre aumentó. Verdaderamente sentí que ya no quería vivir si no podía tener ese poder para su servicio”.

Poco tiempo después, un día él estaba caminando por Wall Street en Nueva York, y en medio de la actividad y bullicio de esa céntrica calle, su oración fue contestada; el poder de Dios cayó sobre él mientras caminaba, al grado que tuvo que correr a la casa de un amigo y pedirle si le podía permitir estar a solas en una habitación. En esa habitación permaneció por horas; y el Espíritu Santo vino sobre él llenando su alma con tanto gozo que por fin tuvo que pedirle a Dios que detuviera Su mano, para que no muriera en ese instante por el gozo tan desbordante. Salió de ese lugar con el poder del Espíritu Santo sobre él, y a partir de allí comenzó sus poderosas reuniones evangelísticas.

Según él mismo relata: “Los mensajes fueron diferentes. No presenté verdades nuevas, y sin embargo, cientos de personas fueron convertidas. Yo jamás volvería atrás a donde estaba antes de esa bendita experiencia (refiriéndose a su bautismo en el Espíritu Santo)”

Además, desde entonces, él siempre insistía en la importancia que los demás cristianos también fueran bautizados con el Espíritu Santo. Un amigo suyo fue R. A. Torrey, quien relata: “Una y otra vez, el Sr. Moody venía y me decía:

‘Torrey, quiero que hables del bautismo con el Espíritu Santo’. En una ocasión, él intervino para que me invitaran a predicar en una prestigiosa iglesia de Nueva York. Me dijo: “Esa iglesia es grandísima, y quiero pedirte que prediques tu mensaje acerca del bautismo con el Espíritu Santo.” Es más, siempre que él se enteraba que yo estaba invitado a predicar en algún lugar, él me llamaba y me decía: “Torrey, asegúrate de predicar acerca del bautismo con el Espíritu Santo.”

Otro hecho es que él fluía en los dones del Espíritu.

En el libro “Las Tribulaciones y los Triunfos de la Fe”, escrito en 1875, Dr. Richard Boyd, un amigo de Moody, escribió: “Cuando llegué a los salones, la reunión estaba en fuego. Los jóvenes estaban hablando en lenguas y profetizando. ¿Qué significaba todo esto? Sólo que Moody había estado hablándoles por la tarde.”

Del libro “Moody y Su Obra”: “…en uno de sus grandes servicios en Londres, al levantarse a leer las Escrituras, involuntariamente comenzó a hablar palabras que ni él ni su congregación entendían”.

Dichos importantes de Moody:

En cuanto a la falta de poder:

“Nuestro mayor problema es el problema de “traficar” con verdades no vividas. Tratamos de comunicar lo que nunca hemos experimentado en nuestra propia vida.”

“Algunas personas parecen creer que están perdiendo tiempo si esperan en Dios por Su poder, así que se van y hacen Su obra sin unción y sin poder alguno… El Espíritu Santo DENTRO de nosotros es una cosa, y el Espíritu Santo SOBRE nosotros es otra… si los primeros cristianos hubieran salido a predicar sin esperar el poder, ¿creen que hubiera ocurrido lo que ocurrió el día de Pentecostés? …No tiene sentido salir corriendo antes de ser enviado, intentar hacer la obra de Dios sin el poder de Dios… un hombre obrando sin el poder del Espíritu Santo está perdiendo su tiempo. Así que no perdemos nada si esperamos hasta que obtengamos este poder.”

En cuanto a las manifestaciones de los avivamientos, Moody dijo en su mensaje titulado “Avivamientos”:

“A mí no me da tanto miedo la emoción como a otros. Hay quienes apenas ven algo interesante, inmediatamente claman, ‘¡Sensa-cionalismo! ¡Sensacionalismo!’ Pero yo les digo que prefiero tener sensación en lugar de estancamiento… Me parece que cualquier cosa es preferible a lo muerto… Donde hay vida, siempre habrá conmoción”.

“¿Ven cómo El vino el día de Pentecostés? No es carnal orar que Él venga otra vez y que el lugar tiemble. Creo que el Pentecostés sólo fue un día para servirnos de muestra. Creo que la Iglesia cometió este lamentable error de decir que Pentecostés sólo fue un milagro que no volverá a repetirse”.

Bibliografía: Los Héroes Evangélicos Hablan, Richard Riss, en Destiny Image Digest, Otoño, 1997; Ardiendo para Dios, Wesley Dewell, Pasión por las Almas, y El Avivamiento que Necesitamos, Oswald J. Smith; Revival, Winkie Pratney, El Cayado del Pastor, Ralph Mahoney, Editor; Por qué Dios Usó a D.L. Moody, por R.A. Torrey, y las revistas Christian History, ediciones números 2, 25 y 29.