No se lo pierda
Home » Biblia » Un comentario a la libertad cristiana

Un comentario a la libertad cristiana

Lo que Pablo quiere decirnos es que sólo en Cristo y en nadie más podemos e-contrar libertad. No obstante, la pregunta obvia es: ¿Libertad de qué?
Jean-Jaques Rousseau decía hace más de dos siglos que «El hombre ha nacido libre y en todas partes le hallamos prisionero. Hay quien se cree amo de los demás y, sin embargo, no deja de ser más esclavo que ellos»
Otro pensador de principios del Siglo XIX hacía la siguiente suposición. Diga-mos que en el planeta no existiesen más que dos personas. En este caso decía él, el uno buscaría alzarse contra el otro hasta imponerse como amo. El otro siempre buscaría cambiar las cosas de tal modo que pudiera dejar de ser esclavo. Qué sucedería si uno de los dos muriese en esta lucha, se preguntaba. Su conclusión era que si esto sucediese, ambos morirían. La razón es que tanto el amo como el esclavo están atados de tal modo que ambos son esclavos el uno del otro.


Estos dos pensadores acertaron levemente a mostrar el carácter de opresión en el que vive el hombre. Otro pensador más uno que vivió por el siglo a finales del siglo XVII, Thomas Hobbes dijo que el hombre es el lobo del hombre. De todos modos, y no importa la forma como se lo exprese, lo cierto es que el hombre vive atado a su egoísmo de tal modo que cualquier contrato o pacto que se realice entre los seres humanos se lo hará siempre sobre la base del egoísmo y la codicia, es decir, sobre la base del miedo.
Esto que tantos pensadores han tratado de explicarlo de uno u otro modo, ya lo menciona la Biblia. A esto que se lo puede llamar de tan diversas maneras, la Biblia lo denomina Pecado. Es el pecado el que tiene atado al hombre no dejándolo vivir a pleni-tud.
Lastimosamente, hoy en día se ha jugado tanto con los términos que al pecado ya no se lo ve con todo el peso que realmente tiene. Lutero decía que cuando hablamos del pecado deberíamos pensar «en el hecho de que aquella palabrita ‘pecado’ abarca todo el reino de Satanás». Es toda la devastación que el hombre puede ocasionar y que al hombre le pueden propiciar la que está dentro de esa pequeña palabrita.
No obstante, a esta realidad se añade el hecho de que el pecado siempre paga mal y la factura final por el pecado que nos ha corroído la vida entera es la muerte eter-na, la separación absoluta de Dios. No importa tanto en este caso si creamos o no en el infierno, lo que sí es verdadero es que el pecado acomete contra el hombre producién-dole muerte vez tras vez. Sino miremos un momento al mundo actual y veremos los huracanes, los terremotos y demás fenómenos climatológicos que castigan a nuestro planeta. Miremos el hambre y la las enfermedades que nos persiguen. Hay quienes d-cen: Si Dios existiera, no permitiría eso. Pero con Pedro podríamos refutar, por cuanto nos ama permite eso pues para acabar con las consecuencias de la transgresión hay que acabar con el transgresor y en este caso es toda la humanidad, mas Dios que es paciente retiene por un tiempo su ira para que podamos arrepentirnos de nuestro pecado y p-damos entrar en la paz de su perdón.


Es así que entramos en el tema de nuestra meditación. Sólo por medio de Cristo podemos hallar el perdón de nuestros pecados. No hay otro camino para alcanzar el perdón de nuestras culpas y la redención de nuestro ser. Ninguna religión salva, ni siquiera la cristiana, llámese: católica apostólica y romana o luterana o reformada o evangélica o pentecostal. Sólo en Cristo y en nadie más podemos encontrar la plena salvación.
Cuenta A. B. Simpson, fundador de la Alianza Cristiana y Misionera que escucho relatar en cierta ocasión a un amigo un sueño que tuve mientras dormía. Soñaba que había muerto y que se había presentado delante del trono de Dios. Allí los ángeles se le habían presentado y le habían preguntado que quién era. El dio su nombre, seguro de que allí lo conocían por su labor como pastor. De igual manera, tenía un programa de radio por el cual predicaba esporádicamente por lo cual supuso que en cuanto les dejese su nombre, ellos reconocerían de inmediato con quién estaban hablando. Sucedió sin embargo que en cuanto les dio su nombre todos dijeron no conocerlo ni haber oído nunca hablar de él. Se buscó archivos y expedientes, se preguntó a otras personas que se hallaban allí y nadie supo dar razón del hombre. Desesperado, rogó que preguntasen a Dios. Así que con lágrimas en los ojos y angustiado por su situación, se acercó con los demás ángeles a Dios para preguntarle si lo conocía. Dios dijo. Lo conozco. Se que su vida ha estado llena de pecados y que su destino final es la muerte eterna. Ante tal a-irmación, nuestro amigo perdió toda esperanza y entre lágrimas y dolor cayó derrotado al suelo. Entonces, justo delante de él apareció un hombre cubierto con sábanas, sucio y desarreglado. Su túnica estaba salpicada de sangre y su cabeza de igual manera. Este hombre se paró delante de Dios y dijo soy Jesucristo y yo di mi vida por este hombre. En ese momento nuestro amigo despertó.


Ahora, si bien es cierto que no podemos basar nuestra fe en el sueño de una persona, tampoco podemos desmerecer esta gráfica ilustración de lo que estamos diciendo. No hay mérito, esfuerzo o posición que tengamos que nos logré la salvación y la liber-tad. Sólo Cristo puede darnos la anhelada libertad que buscamos.
Veamos porqué decimos esto:

FRACASO DEL HOMBRE POR PROCURARSE LIBERTAD.
Ni todos los logros por la libertad que se han desarrollado en los cuatro siglos que tenemos desde que al hombre le dio por pensarse a sí mismo como libre e indepen-diente de toda institución, llámese esta Estado, iglesia, familia o lo que sea, ni todos estos logros repito, han conseguido que el hombre se sienta libre de la opresión que lo aqueja.
Y es que ahora como nunca vivimos la era de las mayores libertades del hombre. Este tiene la posibilidad de hacer con su vida lo que quiera, cosa que hubiese sido in-imaginable hace unos cuantos siglos. No obstante, es como si esa libertad que ha con-quistado fuese un animal insaciable que cuanto más devora al hombre, más requiere de él.
Cada quien es libre de decidir lo que ha de hacer con su vida, incluso si esto i-cluye la búsqueda de la muerte. Recostado en su cama. Mirando hacia el techo mientras una música instrumental suena al fondo se mira a Ramón Sampedro. Esta inmovilizado del cuello para abajo. A lo lejos puede escucharse los cuchicheos de su cuñada conver-sando en la cocina con su hijo, el sobrino de Ramón. Lo único que puede ver es a un lado la puerta que da hacia un pequeño corredor a cuyo extremo opuesto se halla otra habitación y antes de la cual se divisa el primer escalón de las gradas que dan hacia el primer piso, directamente a la cocina.


Ramón se considera a sí mismo una mente viva atada a un cuerpo muerto. De no ser por su mente, el encierro que vive debido a su parálisis sería total. No obstante, su mente lo ha ayudado a salir de ese encierro por medio de libros que lo han hecho conocido en toda España. Pero no sólo eso sino a través de un juicio que ha puesto al Estado español por impedirle quitarse la vida. El Estado español discute entonces si es lícito o no lo es el quitarse la vida. Esta es pues la última y mayor libertad del hombre dirán sus defensores.
Ramón Sampedro, cansado de luchar con la justicia decide quitarse la vida él mismo ingiriendo cianuro frente a una cámara que filma sus últimas palabras. ¿Es cier-to que en última instancia el hombre tiene la libertad de disponer de su vida de esta manera?
Luego de ver esta película basada en la vida del escritor catalán Ramón Sampe-dro, me ha quedado un sabor a estrechez de miras, a egoísmo y a esclavitud, a pesar de que el guión parece intentar elogiar a la libertad del ser humano.
¿Es esta, como dicen los defensores de Ramón Sampedro, la mayor prueba de libertad de ser humano? Me temo que no.


Alguna vez escuche decir a alguien que el costo que tuvimos que pagar las actua-les generaciones a cambio de la libertad fue la soledad y es que ahora este es el mal que aqueja a la sociedad de nuestro tiempo. La capacidad de hacer lo que quieres esta direc-tamente relacionada con la capacidad de aislarte que tienes. Una tercera parte de la población de la gran Manhattan vive sola y el número aumenta. La semana pasada veí-amos en el cine foro la película 28 días después y en ella se veían a hombres que mata-ban a otros hombres debido a un virús agresivo de rabia que se había escapado. Es inte-resante notar que en medio de la película uno de los pocos sobrevivientes del virus que queda, empieza a tener una pesadilla y esta pesadilla no se relaciona con el temor de ser atacado por alguno de estos infectados. En su pesadilla el pierde a sus amigos y se que-da sólo, absolutamente sólo en toda la tierra. Realmente, reflexionábamos la semana pasada, ese es el verdadero miedo del hombre: La soledad. Sin embargo, ese es el costo que debe pagar por su ansiada libertad.


Es curioso que este bien tan preciado por el hombre lo conduzca tan aterrado-ramente hacia el mal más temido por el hombre, sin embargo esto es lo que sucede cuando el hombre se erige para sí ídolos a los cuales alabar en lugar de buscar al Dios verdadero. El hombre ha suplantado a Dios y ha puesto en su lugar su misma imagen. El resultado es el fracaso y el hastío en el cual vivimos.
Un escritor francés retrataba a la sociedad contemporánea en uno de sus libros y la describía como androides y marionetas sin sentimientos movidos por sus impulsos, deseos y egoísmos. A eso es a lo que se le llama libertad hoy en día, al libertinaje y a la esclavitud del hombre por sus apetencias. Quizá lo poco que nos distingue de los ani-males es el hecho de que podemos dominar nuestros impulsos y no dejarnos llevar por ellos. Sin embargo, en nombre de la libertad cada día más perdemos nuestra dignidad y nos sumergimos en el fango de la lujuria.
Recuerdo que un amigo de la universidad era acérrimo admirador de Nietzsche, uno de los más duros críticos del cristianismo de todos los tiempos. Su vida estaba llena de libertinaje y el mismo no era dueño de sí sino que sus placeres dominaban su vida. Entonces le recordé que el mismo Nietzsche decía que el camino hacia el Súper-hombre que el mismo Nietzsche presentaba como el reemplazo de Dios, se daba a través del domino propio y de la fuerza de voluntad y no a través del desenfreno y la perversión continua.
En cuantas ocasiones se utilizan diversas excusas como pretexto para satisfacer los deseos y apetencias sexuales y demás. Lo cierto es que la esclavitud se disfraza en ellos de libertad y los domina hasta volver de ellos seres miserables y atormentados.
Hace poco salió un reportaje sobre los vicios en la revista Dinners. En el se decía que el hombre puede volverse adicto a cualquier cosa que le produzca placer. Lo que define en última instancia a la adicción es la necesidad de la presencia de ese artículo o esa actividad para sentirse bien. Pueden darse las adicciones a las drogas y el alcohol, pero también se pueden dar adicciones a los celulares, a las compras compulsivas, etc. En un reportaje que leí por el Internet se mencionaba una campaña que se ha lanzado hace poco en Madrid con el fin de frenar la adicción al celular que cada día es mayor en ese país. «‘¿Tu vida es móvil?’ es la frase que se deja ver en las calles ibéricas, acompa-ñada de la fotografía de una joven que mantiene unido un teléfono celular a su cuello a través de una cadena».
La revista vistazo por su parte denominaba «sociedad analgésica» a la juventud que hoy por hoy encuentra soluciones rápidas para todo.

«Mireya, de 21 anos, lleva dos días de trasnochar a punta de café y bebidas energizantes -estudiando para los exámenes-. Llega a casa, después del trabajo, diciendo que le explota la cabeza y que no alcanza a merendar. ‘Hijita no vayas a tomar pastillas, encima no has comido nada. Tomate esta agüita de manzanilla, descansa y veras que se te pasa’, le aconseja su mama. Mireya acepta (‘Cuando el estrés se apodera de mi no tengo ni ánimos para discutir’, dice), pero apenas su madre se va, se toma dos analgésicos con un sorbo de la infusión».
«Joaquín, de 23, arma su combo para jugar fútbol con sus amigos (al menos tres noches al mes, des-pués de clases): un par de latas de energizantes y otro de antiinflamatorios, que durante y después del partido respectivamente, le aseguran energía y ausencia de dolor al día siguiente. Y Carlos, de 21 anos, farrea mas tranquilo cuando se toma antes del alcohol dos píldoras de enzimas ‘protectoras’ para el hígado, entonces siente que, como dice la publicidad, ‘disfruta su juventud, pero cuida su salud»
Y precisamente los mejores clientes de las sustancias de venta libre son los adolescentes y jóvenes, due-ños de un progresivo poder adquisitivo, que han crecido bombardeados por la publicidad de productos, convencidos de que con ellos es posible ser mas inteligentes, evitar el dolor, vencer el cansancio, el estrés o la depresión, tener mejor sexo, bajar de peso, para producir y disfrutar mas de la vida.

Ninguno de estos jóvenes prevé las consecuencias que ha largo plazo se pueden dar con este consumo compulsivo de vitaminas, analgésicos y demás fármacos que apa-rentemente permiten que hagamos más de lo que normalmente podemos hacer.
El artículo finaliza advirtiendo que a la larga este tipo de consumo excesivo de analgésicos y el no saber medir lo límites de nuestro organismo pueden ser sumamente perjudiciales para nuestra salud.
Pero no es esto lo que mayormente me preocupa aunque es alarmante, sin e-bargo, como dirían muchos, esta sólo es la punta del iceberg. Nuestra sociedad entera empieza a desarrollar cierta tendencia hacia una concepción analgésica de la vida.
El dolor y las preocupaciones son repelidas a toda costa y para ello hay todo tipo de diversiones, des-estresantes, estimulantes, ansiolíticos, etc. Pero el resultado al igual que con el ejemplo anterior, es desastroso pues se crea una dependencia absoluta de este tipo de actividades que no nos permite concebir la vida sin ellos. Dime si eso no es esclavitud. Tanta tecnología y tantos avances en la sociedad contemporánea cada vez esclavizan más y más al hombre. Si al hombre de hoy en día se lo dejase abandonado en una isla desierta, a penas sabría como sobrevivir.
Y qué decir de dios… o quizá debamos decir del espantapájaros que se ha hecho en representación de Dios. Un Dios «Light» listo a satisfacer todas las necesidades de las personas. Pronto a responder todas nuestras oraciones y por sobre todas las cosas a enriquecernos sobremanera. Hace poco miraba una revista cristiana y veía la promo-ción que se hacía de un libro que había salido hace poco sobre lo que el autor denominaba «la llave del éxito». No se tú, pero yo considero esclavitud cuando la forma de enganchar a la gente es poniendo a lado de la imagen del libro un dibujo donde se ve una escalera que lleva al cielo y en la cima de la misma un signo de dólares. Eso no es éxito como lo entiende la Biblia. Eso es codicia. Y de los tales, dice la Biblia, no tendrán parte en el reino de Dios.
Dios ha dejado de ser en muchas iglesias el soberano y el Señor para convertirse en un analgésico más que me cura mis depresiones y mis continuas crisis de estrés. El período de la alabanza ha dejado de ser en muchas iglesias un momento en el cual en-tregamos a Dios nuestra gratitud por el bien maravilloso de la vida y de la redención por medio de su Hijo para convertirse en momentos en los cuales entramos en un esta-do de semi-hipnosis en el cual nos des-estresamos aliviando nuestras preocupaciones.
No digo que no podamos o que no debamos dejar en Dios todas nuestras cargas, lo que digo es que preocupa que esto se lo haga transformando la alabanza en un anti-estresante.
Pero si bien por un lado unos buscan su libertad en el libertinaje, por el otro h-llamos a quienes buscan su libertad en la religión.
Innumerables ocasiones me he preguntado cómo muchas personas pueden so-portar todas las imposiciones que muchas iglesias les imputan para seguir a Dios. No comer esto o aquello, vestirse de esta o de aquella manera, someterse a tal o cual auto-ridad, la misma que de manera arbitraria hace cuanto le viene en gana con su congre-gación. Aunque parece insólito existe este tipo de iglesias y movimientos religiosos y existen personas que asisten a los mismos. Martín Lutero antes de descubrir la verdad del evangelio fue un ejemplo de este tipo de personas.
La angustia y el miedo eran dueños de su vida y lo manipulaban a su antojo. El Dios iracundo y justiciero que conoció debido a sus clases de religión lo atemorizaba y lo empujaba a buscar la salvación a toda costa. Su carácter excéntrico hizo que en el monasterio en que estudiaba le impusieran el lavado de pisos por muchos años, lo cual aceptó Lutero con agrado. Él suponía que de esta manera purgaba todas las culpas que llevaba en su corazón. A toda costa pretendía complacer con sus obras a un Dios tirano cuyas exigencias de la ley para poder ser salvos eran inconcebibles para un mortal.
En la película misión, sobre la vida de los primeros jesuitas que trajeron la reli-gión católica a los pueblos Aymaras del amazonas, se ve otro ejemplo de este anhelo de purgar las culpas personales por medio de la autoflagelación y el castigo continuo. Un traficante de esclavos negros halla a su hermano teniendo intimidad con su novia y f-tura esposa y para evitar reaccionar de mala manera sale del lugar. No obstante, su her-mano lo persigue hasta la calle donde lo reta. El hombre saca su espada y se bate con su hermano en un duelo en el cual sale victorioso pues pone a su hermano entre la espada y la pared. Sin embargo no lo mata, sólo le pide que lo deje en paz. El hombre se aleja y su hermano lo sigue atrás para atacarlo por la espalda. En una reacción instintiva, pro-pia de un traficante de esclavos, el hombre saca un pequeño cuchillo y apuñala a su hermano, el cual muere de inmediato.
Desde este punto y casi a lo largo de la mitad de la película vemos a este hombre sufriendo la cárcel, el frío, y el sufrimiento que el mismo se infringe buscando librarse de la culpa que lo atormenta. Quien había sido un traficante se convierte en sirviente de un monje jesuita y lleva a cuestas todas la armadura y demás cosas necesarias para una expedición al corazón del amazonas en busca de llevar el evangelio a los pueblos indí-genas de la zona. Por más que sus acompañantes cortan la cuerda y votan el tremendo peso que carga sobre sí al fondo de un barranco para que ya deje de atormentarse de esa manera, él desciende y una vez más sube por pendiente y peligrosos acantilados con su carga a cuestas. Podían pues cortar la cuerda de aquella carga física, pero nadie hallaba la forma de cortar con la pesada carga de culpa que llevaba dentro. No quiero contarte toda la película pero sólo déjame decirte que al final logró sacar de su corazón ese peso de culpa a través del amor de Dios y de sus amigos.
Qué hacemos con este tipo de religiosidad. Aquella que busca liberar al hombre de la culpa que lo persigue y que no lo deja ser feliz.
Tampoco la religión que atormenta al hombre, aprovechando su culpa es de D-os. Aunque tenga una gran cruz en la entrada y se llame cristiana, si en su interior v-mos al pastor o al grupo de liderazgo aprovechándose de la gente que viene cargada de culpa, esa iglesia no representa a Cristo sino a Lucifer pues él es el acusador de nuestros hermanos como lo describe Apocalipsis 12:10-11

Así fue expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y S-tanás, y que engaña al mundo entero. Junto con sus ángeles, fue arrojado a la tierra.
Luego oí en el cielo un gran clamor: «Han llegado ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo. Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del c-al dieron testimonio.

No es ésta tampoco la forma de conseguir la libertad. En definitiva vemos que en lugar de conseguir la libertad, tanto el libertinaje como el legalismo no logran librar-nos de la esclavitud a la que como personas y como humanidad estamos sometidos. La búsqueda del hombre por la libertad se ha vuelto una carrera desenfrenada por conse-guir las mejores cadenas para nuestras vidas.
Lo cierto es que sólo en Cristo tenemos plena libertad, la redención de nuestros pecados y la vida plena. Quizá esto que hemos estado comentando era algo a lo que debió enfrentarse Pablo en su apostolado. Una de las cartas que mejor refleja esta si-tuación es la que dirige a las iglesias que se encuentran en Galacia, esto es la epístola de Pablo a los Gálatas. En los seis capítulos que componen esta carta encontramos de m-nera contundente como pablo enfrenta ambos problemas. En Gálatas 5:13 dice Porque vosotros, hermanos, a libertad habéis sido llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión a la carne, sino servíos por amor los unos á los otros. Buscando cuidar a la iglesia de buscar la libertad en el libertinaje y en Gálatas 5:1 dice: Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez á ser presos en el yugo de servidumbre. Buscando que tampoco se busque la libertad en el legalismo que pro-duce al igual que el libertinaje, servidumbre en lugar de libertad.
Para Pablo solo hay un camino seguro para obtener libertad del pecado y su et-erno aliado la culpa: Cristo. Y a lo largo de la carta a los Gálatas, Pablo mismo nos da la razón por la cual él cree que sólo en Cristo se puede hallar libertad y esta es el funda-mento divino sobre el cual se erige todo el edificio de salvación del evangelio.

ORIGEN (FUNDAMENTO) DE LA LIBERTAD QUE VIENE POR LA FE.
La carta que Pablo escribe a los Gálatas tiene como razón de ser corregir algu-nas desviaciones que se habían empezado a dar en las Iglesias de Galacia. La razón de ser de toda su carta se esgrime en el primer capítulo en los versos 6 y 7 donde declara: «Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. (7) No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren alterar el evangelio de Cristo».
A partir de estas palabras podemos entender toda la carta como una defensa del evangelio verdadero de Cristo en contra de los legalistas y los libertinos que pretendían dañar la sana doctrina que Pablo les había predicado.
Y el primer argumento que plantea Pablo para demostrar la validez única del evangelio de Cristo para salvación esta en los versos 11 y 12, donde declara: Pero os h-go saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí no es invención humana, (12) pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.
El evangelio de Cristo no tiene que ver con ninguna tradición eclesial ni con n-nguna denominación, no es propiedad privada de algún credo o movimiento religioso sino que pertenece al mismo Dios y nosotros la iglesia de Cristo, -si es que verdadera-mente somos iglesia de Cristo- somos simplemente portadores y proclamadores del evangelio que tan sólo pertenece a Dios.
En qué fundamenta Pablo esto que acaba de decir, en su testimonio de vida. En-tre los versos 1:13 y 2:16 encontramos un relato de Pablo sobre su conversión. Lo que resalta en él es que a pesar de haber conocido sobre el evangelio. A pesar de haber oído hablar de ese tal Cristo y de haber conocido en parte la doctrina que el cristianismo incipiente desarrollaba en ese entonces, Pablo no creyó en nada de lo que aquellos pri-meros creyentes dijeron. Pablo necesitó mirar a Cristo exaltado luego de su resurrec-ción para aceptar que verdaderamente aquel a quien habían crucificado, había muerto por sus pecados y que aquellos a quienes perseguía decían la verdad cuando confesaban que Jesucristo era el Señor que se levanto de entre los muertos para darnos una espe-ranza de gloria.
La fe y el llamado de Pablo no descansaban en el haber escuchado a alguien pre-dicar de Cristo ni en lo contundente de tal o cual argumento sobre el evangelio. La fe y el llamado de Pablo reposaban en Dios.
El hombre puede hacer muchas cosas y decir muchas más, pero sólo aquello que Dios ha declarado será firme como la roca manteniéndose más allá de los siglos. Han pasado dos mil años desde la muerte de Cristo y los críticos del cristianismo son incon-tables como la arena del mar, pero todos ellos han muerto mientras la palabra viva del Dios verdadero se mantiene incólume y sigue dando vida a miles de millones que se acerca a ella en busca de consuelo y libertad.
Pablo en definitiva nos dice: No importa lo que yo como hombre diga, no impor-ta lo que los ángeles digan, no importa que el cielo se caiga a pedazos y las montañas se hundan lo único cierto y lo único que permanece para siempre es la palabra de Dios y esta dice que sólo en Cristo hay libertad. Podrán decir que esto es muy egoísta para con otras religiones, que hasta suena un poco pedante, pero lo único importa es lo que Dios ha declarado y nada más.
Pablo se hecha a sí mismo en menos con tal de que quien sea escuchado sea Dios: «Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema». Hermanos no me escuchen a mí escuchen lo que Dios ha declarado.
El mensaje que Pablo predica es el de la libertad del pecado y de la muerte por medio de Cristo, este mensaje esta impostado en el Antiguo Testamento y desde allí brilla como el sol sobre la vida de Cristo, mostrándonos que Dios mismo ya preveía esto desde antes de que Cristo viniese en carne. En Gálatas 3:8 dice Pablo: «Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: ‘En ti serán benditas todas las naciones'». Cuando Dios hizo la promesa a Abraham ya tenía en mente a Cristo como el camino único de salva-ción para nosotros. Pues, dice Pablo, «sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado».
Esta certeza no se basa en formulaciones humanas o en explicaciones lógicas, se basa en la promesa de Dios y en nada más. Pues qué es este evangelio según el cual la salvación del hombre, la redención de nuestros pecados y la vida plena vienen por creer que un carpintero de una tierra de nadie y que murió de la manera más indigna posible es el hijo de Dios y que su muerte es muerte por nuestros pecados. Esto es «locura a los que se pierden -dice Pablo en 1 Corintios 1:18-; pero a los que se salvan, esto es, a noso-tros, es poder de Dios». Y continúa diciendo en los versos 22 al 24: «Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, (23) pero nosotros predicamos a Cristo crucifi-cado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura. (24) En c-mbio para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder y sabiduría de Dios». Si a Dios le placía decir que la salvación venía por una piedra, quiénes somos noso-tros para cuestionarle a Dios su obrar. Él es Dios y no nosotros. Depositemos nuestras vidas, no en evangelios Light o en tortuosas religiones pseudo-cristianas, sino en el evangelio de Jesucristo.
En conclusión, la salvación solo puede venir por medio de la fe en Cristo Jesús, en su muerte y resurrección por nuestros pecados. Sólo en él tenemos libertad de nues-tros pecados.
Con su muerte y resurrección de Cristo todo lo viejo ha pasado para quienes v-ven por fe, ahora hemos pasado a vivir en una nueva creación donde el Espíritu Santo nos enseña a vivir y a obedecer a Cristo.
La segunda carta a los Corintios en el capítulo 3 en el verso 17, Pablo nos dice: «El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad». Por la fe en Cristo y si vivimos conforme a esa fe que profesamos, el Espíritu de Cristo nos dará la libertad de la culpa y del pecado, de la muerte y del acusador.
Ahora que vivimos en un mundo donde todos hablan de libertad y cada quien la entiende a su modo, de tal manera que le convenga, Dios nos enseña cuál es la verdade-ra manera de vivir en libertad, es decir, por la fe y la obediencia de Cristo. Cualquier cosa menos que esto sólo nos traerá esclavitud. A libertad hemos sido llamados, a la libertad de lo hijos de Dios y no a la esclavitud de los deleites de la carne.
En el mismo libro de Gálatas nos explica Pablo cómo ha de ser nuestra manera de vivir si es que en realidad vivimos por el Espíritu. «…el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra t-les cosas no hay ley». (Gal 5:22-23)

CONCLUSIÓN
Así como Dios manifiesta su amor no sólo con palabras sino que esas palabras están llenas de acción, acción redentora y acción salvadora, así también se nos insta a nosotros a que manifestemos que hemos creído en el hijo de Dios, no sólo con palabras sino con acciones concretas que nos llevan a cambiar nuestras actitudes pecaminosas. Que cambiemos nuestra vieja manera de pensar pero que a su vez cambiemos nuestra vieja manera de vivir. El poder del Espíritu Santo que nos ha sido dado para resistir al enemigo y vencer sobre la tentación, nos ha sido dado por haber creído en el Hijo de Dios en su muerte y resurrección por nuestros pecados y ese poder que nos ha sido d-do, debe ser aprovechado, sólo por medio de él, dejaremos de lado aquello que por m-dio de la ley no podemos dejar. En Cristo ya hemos obtenido la victoria andemos como quienes ya tienen la victoria a su haber.