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Pactos con Dios

Entonces fue que comencé a percatarme de que muchos predican actualmente sobre “pactos” con Dios. Estas prédicas nos recuerdan las promesas de Dios a Abraham y su descendencia, a David y sus hijos, a su pueblo escogido. Y estas cosas son ciertas, Dios había hecho pacto con cada una de estas personas, tratados que Él nunca rompió; promesas de libertad, de prosperidad, de sabiduría, de victoria, etc.

Estos predicadores me instaban con sus palabras a que pactara con el Señor, como que escribiera mentalmente un tratado en cual me comprometía a hacer algo especial para Dios o su obra, si el me sacaba de los problemas que oprimían mi vida.

Como primera instancia revisé que mis inconvenientes no fueran fruto de algún pecado, descubriendo así que el principal motivo de mis problemas era no haber participado al Señor en mis decisiones, y como consecuencia mis inconvenientes se embrollaban cada vez mas. Demás está decir que estas revelaciones produjeron un reconocimiento de culpa y posterior arrepentimiento, gracias al Espíritu Santo por ello.

A continuación traté de ver que lo que yo pediría no fuera contrario a su voluntad, para no dificultar mas mi situación con Él. Pero no podía ni pedirle ni prometerle nada, algo o alguien trababa mis intenciones de pactar con Dios.

Entonces recurrí a la sabiduría de la Biblia, busqué al respecto y todo lo que había escuchado era cierto, pero había algunas cosas que los predicadores olvidaron o no vieron:

– Que Dios había hecho pactos con hombres y no que el hombre había hecho pactos con Dios. Si bien un pacto son obligaciones y derechos de ambas partes, estos pactos siempre habían nacido en el corazón de Dios y no en el corazón del hombre. No por que Él no quiera darnos las cosas que queremos, sino que Él sabe qué es lo mejor para nosotros “…;pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros…” como lo dice San Pablo en su Carta a los Romanos 8:26
– Todos estos pactos mencionados son del Antiguo Testamento, en tanto que en el Nuevo Testamento solo se habla de dos pactos: del de Dios con Abraham y del Nuevo Pacto, que es en Jesucristo. Y al respecto podríamos leer en la Carta a los Hebreos 8:13”…Al decir «Nuevo pacto», ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece está próximo a desaparecer.” Aquí si bien alguien pudiera decir que ese “próximo a desaparecer”aún no se haya cumplido, yo interpreto en esta epístola dirigida al pueblo hebreo, que el escritor está usando de todo el tacto posible para mostrarles que los pactos antiguos ya no tenían validez, o muy poca frente a esta Nueva Alianza de Dios con el hombre.

El cumplimiento de este Nuevo Pacto por parte de Dios, ya se llevó a cabo:
– Envió a su Hijo a predicar las Buenas Nuevas
– Cargó nuestros pecados en su cruz del Calvario, con la muerte como precio
– Y resucitó para darnos vida eterna

¿Nuestra parte?
– Por sobre todas las cosas, amar a Dios
– Amar al prójimo
– Ir y predicar al mundo entero esta buena noticia

¿Todas estas cosas quieren decir que no le podemos pedir nada mas? ¡¡No!! Justamente Jesús prometió que todo lo que le pidiéramos al Padre en su Nombre, lo cumpliría. Solo que cuando el Hijo de Dios habita verdaderamente en nuestro corazón, nuestros pedidos están muy lejos de ser personales, o bien se equivocaron los apóstoles ya que tuvieron peligros, cárceles, latigazos, desprecio, destierro y posiblemente, por lo que la tradición cuenta, sufridas muertes de crucifixión.

Otra cosa a tener en cuenta es que el querer hacer pactos con Dios, es igual que hacerle “promesas” como las que hacen los cristianos católicos: “Padre, si tu me… yo te prometo que…” y esto, en el mundo secular, se llama chantaje por mas que lo queramos disfrazar con un halo espiritual. Podemos reconocerlo o no, pero el no hacerlo sería una hipocresía total de nuestra parte. Pensémoslo bien antes de querer proponerle un “pacto” a Dios, ya que por lo general lo que pudiéramos “prometerle” es en realidad lo que sabemos que a Él le agrada, pero que es nuestra obligación hacer.

Voy a tratar de mostrarlo con un ejemplo sencillo: una mamá puede proponerle a su hijo, que si le ayuda con sus quehaceres, ella le recompensará con algo que sabe que este hijo anhela. Hasta aquí todo está bien, pero que opina usted si la situación fuera al revés, que el hijo le proponga a la madre ayudarle, solo a cambio de algo que él quiere. Al fin y al cabo es un deber del hijo ayudar a su madre.

Con el ejemplo anterior podemos ver que los pactos que Dios hizo con el hombre, no eran por alguna necesidad del Padre; sino que Él buscaba bendecir, regalar y enseñar su voluntad al mismo tiempo, a través de un “premio” por algo que en realidad ya era obligación y conveniencia para el hombre. Esto también lo podemos ver en el Nuevo Pacto: Dios no necesitaba salvar al hombre…, ¡¡ el hombre si necesitaba ser salvado!!; pero en su eterno amor de Padre nos propone un pacto: “Yo los salvo, ustedes solo deben…”

Es cierto que Dios no desamparará a sus hijos, o sea a nosotros, pero dijo Jesús en el Evangelio de San Juan 15:20b “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán;” o como también Pablo lo explica en Hechos 14:22 “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” Como lo podemos ver, los problemas siempre estarán, mientras sigamos por el camino correcto, y solo en el final de ese camino los inconvenientes terminarán para siempre. Mejor preocupémonos cuando no haya dificultades en nuestra vida…

Tal vez, a primera vista, no sea tan grata esta verdad que creo haber encontrado en la Palabra de Dios, pero quiero compartírsela ya que en Gálatas 1:8 está escrito: “Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.” Si bien Dios no está sujeto a estructura alguna mas que a su palabra y es un Dios de cambios, tratemos de no innovar nosotros con un “evangelio diferente”, por parecido que este sea, al que el Señor reveló.

Y que su misericordia sea aún mas grande si interpreté mal y he errado, Amén.
Para terminar este escrito, invito a quien quiera intercambiar opiniones al respecto, esté o no de acuerdo con el. Y si estuviera de acuerdo, compártalo con un amigo. Agradezco el tiempo que se han tomado para leerlo. Reciban todas las bendiciones del Señor Jesús, amén.

Luis Emilio Retta desde Villa Mercedes, San Luis, Rep. Argentina ( [email protected] )