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LOS ANGELES DE LA DESTRUCCION

Dios está haciendo exactamente eso por las personas incluso hoy. Muchos de ustedes han experimentado la paz y el gozo que les ha dado Dios en medio de sus luchas y las pruebas en su vida. Eso es algo que hace por su gracia, ofreciendo el perdón absoluto al pecado, pero en el caso de un mundo que rechaza la gracia, Dios solo puede traer la paz mediante el juicio y eso es lo que estamos viendo en este libro. Al llegar al capítulo 8 ya han sido abiertos seis de los siete sellos y hemos contemplado las olas de los sucesivos juicios invadir la tierra entera. Nos enteramos, gracias a lo que nos dice el profeta Daniel, que éstos cubren un período de siete años correspondientes a los últimos días de esta era. Bajo los sellos se expresa desde un punto de vista, es decir, relatando lo que le sucede al hombre cuando se le permite salirse con la suya. Todo cuanto hace Dios es eliminar las restricciones y permitir que la maldad humana encuentre una más amplia expresión. Se limita ligeramente (a un cuarto de la tierra), pero halla una mayor expresión de lo que lo hace en la actualidad.

Esto nos trae al séptimo sello que se abre ahora, en el capítulo 8:

«Cuando él abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban delante de Dios, y les fueron dadas siete trompetas.»

¡Debió ser un comentarista amargado y chauvinista el que primeramente sugirió que esta medio hora de silencio demuestra que no habrá mujeres en el cielo! Como es natural, esa no es la razón. Esta palabra acerca del silencio nos recuerda el clamor del profeta Habacuc: «Pero Jehová está en su santo templo: ¡Calle delante de él toda la tierra! Este silencio se produce como un dramático contraste con los gritos de alabanza y el sonido de las arpas, cosa que ha pasado en los cielos hasta este punto. Millones de ángeles, huestes de los humanos redimidos y otras criaturas celestiales han estado clamando ante el trono de Dios y cantándole sus alabanzas, pero ahora de repente todo se detiene. Cuando se abre el séptimo sello hay un silencio absoluto, es una pausa muy dramática. Nos recuerda ese momento de silencio justo antes del último e imponente «¡Aleluya! del Coro del Mesías de Handel. Este es el silencio del misterio, un silencio de intensa anticipación por lo que va a suceder. Nuestro buen amigo, Earl Palmer, dice en su comentario sobre Apocalipsis: «Comunica de una manera dramática la completa e impresionante autoridad de Dios. Todo ha de esperar a que él de un paso majestuoso.

Ese movimiento comienza, según nos cuenta este relato, al dársele a los siete ángeles las siete trompetas para que las hiciesen sonar y esto forma parte de la apertura del séptimo sello. Estos son ángeles realmente impresionantes y se nos dice que son ángeles «que están delante de Dios. Eso nos hace recordar la historia de Lucas 1:19 acerca de un ángel que es enviado a José para comunicarle que María será la madre de un niño. El ángel se presenta a sí mismo como «Gabriel, que estoy delante de Dios. Estos siete ángeles probablemente fuesen arcángeles y se les encomienda una importante labor al hacerles tocar estas trompetas. Sin duda, debían incluir al arcángel Miguel, que también aparece en el libro de Daniel. De hecho, el libro apócrifo de Enoc, un antiguo libro que no es parte de nuestra Biblia, nos da el nombre de los siete ángeles. Los nombres son Uriel, Rafael, Raguel, Miguel, Sarakiel, Gabriel y Fanuel. Como ve, sus nombres acaban todos ellos en «el que es una abreviación del nombre de Dios. Estos son los «ángeles de Dios, ángeles poderosos, a los que se les da las trompetas para que las hagan sonar, pero antes de que lo hagan se relata otra escena muy dramática.

«Y otro ángel vino y se puso de pie delante del altar. Tenía un incensario de oro, y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro, que estaba delante del trono. Y el humo del incienso, con las oraciones de los santos, subió de la mano del ángel en presencia de Dios. Y el ángel tomó el incensario, lo llenó con fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra y se produjeron truenos y estruendos y relámpagos y un terremoto.»

Muchos de los expositores de Apocalipsis identifican a este como Jesús mismo. El motivo es que en el Antiguo Testamento, mientras Israel se encontraba marchando por el desierto, el pueblo está siendo guiado por «el Angel de Yahve o «el Angel de Jehová. La mayoría de los eruditos de la Biblia piensan que es una aparición de Cristo antes de su encarnación, es decir, el Hijo de Dios mismo, guiando a su pueblo a través del desierto. Como Israel ocupa nuevamente la primera plana en el libro del Apocalipsis, tendría sentido que el Angel del Señor apareciese de nuevo en relación con esta nación.

El Nuevo Testamento también nos enseña que Jesús es el gran Sumo Sacerdote para su pueblo. El libro de Hebreos y una referencia de Pablo en Romanos 8:34 nos dicen que Jesús es ahora un Sumo Sacerdote que «intercede por nosotros. Esto es evidentemente lo que este ángel-sacerdote está haciendo aquí. Coge el fuego del altar de bronce, le añade incienso a las oraciones de los santos y las ofrece sobre el altar de oro como incienso ante la presencia de Dios. Es una imagen maravillosa que nos dice mucho acerca de la función de la oración.

¿Siente usted alguna vez que sus oraciones no son escuchadas, cuanto menos respondidas? Según esto, las oraciones de los santos, especialmente las de intercesión (aquellas que hacemos por otras personas) son como una fragancia para el olfato de Dios y se deleita en ellas. Las huele como recuerdo de la personalidad de Jesús, el que se entregó a sí mismo por otros. Cuando estas oraciones se mezclan con el incienso provisto por el gran ángel mismo, (que posiblemente sea Cristo mismo) deleitan a Dios, pero mas que eso, hacen que Dios actúe. Si el quemar incienso es simbólico de las oraciones de los santos que están implorando a Dios que actúe, el volver ese fuego a la tierra es un símbolo de las oraciones contestadas. En otras palabras, hemos llegado al momento en el que Dios responderá a las oraciones de su pueblo.

¿Cuál es el resultado? Leemos «se produjeron truenos y estruendos y relámpagos y un terremoto. Puede que recuerde usted que en el 4:5 estos fueron los primeros sonidos que oyó Juan procedentes del trono de Dios en la primera escena del cielo. Oyó «relámpagos, truenos y estruendos. Aquí se añade además un terremoto. Estas visiones y sonidos marcan el fin de la era del hombre y el comienzo del reino de Dios sobre la tierra. En el capítulo 11, al final del sonar de las trompetas, nos enteramos de que cuando el séptimo ángel toca la trompeta se oyen los mismos sonidos y un ángel proclama que «El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo. Entonces se abre por completo el pergamino. Estos sonidos se escuchan al final de cada una de las series de siete: de los sellos, de las trompetas y de las copas de la ira de Dios. De este modo, nos enteramos aquí al principio de este séptimo sello, cuando el gran ángel arroja el fuego de Dios sobre la tierra, que ha llegado el día en que Dios contesta totalmente a las oraciones de su pueblo.

Hay una oración que el pueblo de Dios, de todos los tiempos, ha estado haciendo y que todavía no ha recibido contestación. Está claro, a juzgar por lo que dicen las Escrituras, que esta oración la han estado haciendo los santos de Dios desde el amanecer de la raza. Es posible que Adán la hiciese al salir del huerto del Edén. Sin duda, la hizo Noé al salir del arca y encontrarse ante un mundo nuevo después del diluvio. Abraham la haría al esperar una ciudad que aun estaba por venir. El rey David haría esta clase de oración y cuando llegamos al Nuevo Testamento, todos los apóstoles, incluyendo a Pablo, hicieron esta oración. Es la oración que enseñó Jesús a hacer a sus discípulos: «venga tu reino, sea hecha tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Esa oración nunca ha recibido respuesta porque no hemos visto, de manera visible, el reino de Dios en la tierra. De modo invisible, está presente en la iglesia y se ve en el gobierno de Dios sobre los asuntos de los hombres, pero la oración no ha obtenido una respuesta de modo visible. Pero cuando lleguemos al final de estas tres series de juicios nos encontraremos con que las oraciones de los hombres van, por fin, a convertirse en una realidad.

Volvamos a la séptima trompeta, que probablemente es el comienzo de lo que Jesús llamó en su discurso del Olivet «la gran tribulación. Dice en Mateo 24: «porque entonces habrá gran tribulación como no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni habrá jamás. Esto es el apogeo del juicio.

En Apocalipsis 8:6 llegamos a uno de los pasajes más difíciles de interpretar del libro. Se ha debatido repetidamente si estos juicios son literales, si son un reflejo de algún juicio físico en la tierra, o si se trata de algo simbólico, como si fuese una imagen de algo mucho peor. ¡Mi propio punto de vista es que se trata de ambas cosas! Así es como actúa Dios con frecuencia Presenta algo invisible por medio de un acontecimiento literal. Por ejemplo, como es lógico el sol es algo literal. Es el astro que brilla y da su calor a la tierra y hace que funcione todo el sistema solar, pero al mismo tiempo es algo simbólico y se usa de ese modo en todas las Escrituras. En la vida diaria nos referimos a él como el símbolo de la luz, del conocimiento y de la verdad y también el fuego es algo literal. Podemos hacernos terribles quemaduras con el fuego, pero es además un simbolismo del tormento, de la tortura y del juicio. La profecía de Joel en el Antiguo Testamento comienza con una descripción muy gráfica de una plaga de langostas, que caen sobre la tierra y se comen todo lo verde. Joel las describe valiéndose de términos dramáticos y exactos, pero su descripción no tarda en convertirse en una descripción de la invasión de un gran ejército procedente de Babilonia, que habrá de llegar en breve a la tierra.

Durante el curso de toda su historia, Israel usó literalmente trompetas como indicación de una advertencia pública de una acción inminente. De modo que, a lo largo de esta serie acerca de las siete trompetas, estamos oyendo el anuncio público que hace Dios sobre el juicio severo que está a punto de ejecutarse. Estos juicios no son algo nuevo en la historia porque Dios ha juzgado a los hombres con frecuencia. Incluso en nuestro tiempo él está hablándonos sobre los terribles fracasos morales valiéndose de acontecimientos literales.

Tomemos, por ejemplo, el azote de las drogas que es un problema enorme en la actualidad, especialmente entre nuestra juventud. Las drogas destruyen la mente, queman el cerebro y convierten a las personas en algo peor que las bestias o los animales. ¿Qué nos está diciendo este azote? No solamente es algo literal, sino que simboliza el terrible peligro del desenfreno, la filosofía de la realización de los propios deseos que defienden ampliamente en la actualidad los medios de difusión. La complacencia para con uno mismo, como en el caso del consumo de la cocaína o del crac, atrae causando una sensación de realización y de placer inmediato, pero la persona que las consume se ve arrastrada hacia una continua orgía de indulgencia consigo misma, hasta que llega un momento en que se encuentra viviendo en un ambiente sofocante de egocentrismo. El azote de las drogas es una ayuda visual que ha dado Dios a nuestra generación para que nos demos cuenta de lo que nos está sucediendo en el fondo de nuestro ser. ¡Pero qué ciegos somos ante dichas advertencias! En una ocasión Jesús reprendió a los fariseos de sus días porque no eran capaces de interpretar las señales del mal tiempo que se aproximaba, pero ellos no supieron cómo entender los tiempos.

La epidemia del SIDA es una plaga muy literal y aterradora, que ha caído sobre nosotros. Está consumiendo una vida tras otra en muchos países hoy. El otro día hablé con un amigo que es médico y que ha estado hace poco en Africa. Me dijo que el 50% de las mujeres y el 30% de los hombres en Uganda tienen SIDA y ese país se enfrenta con la aniquilación casi total por causa de esta espantosa plaga. Nosotros sabemos lo extendida que se encuentra en los Estados Unidos. Es algo literal, pero ¿qué simboliza además? De la misma manera que el SIDA priva a las personas de su inmunidad en contra de otras infecciones, la Biblia nos dice que la indulgencia con uno mismo y la promiscuidad sexual nos privan de cualquier defensa en contra de los extendidos errores teológicos y morales de nuestros días. Por eso es por lo que las personas siguen las sectas extrañas y las raras enseñanzas que aparecen actualmente por todas partes. Son presas fáciles porque sus defensas han sido destruidas por la promiscuidad sexual y no les queda inmunidad moral. En la epístola de Pablo a los Efesios nos da una lista de ciertas actividades sexuales que están mal y nos dice: «porque a causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.

En nuestros días, el terrible azote del aborto, este asesinato legal de los niños no natos, es algo evidentemente literal. El país entero se está viendo dividido en estos momentos por este tema. Pero ¿qué nos está diciendo, cuál es la imagen que refleja? Creo que viene a ser una imagen del sacrificio moral de nuestro hijos, de la pérdida de toda una generación de personas jóvenes, a las que no se les está enseñando la verdad acerca de Dios. No hay más que verlos en las calles y en los getos de nuestras grandes ciudades y ver sus miradas apáticas y vacías. Los estamos perdiendo. Como el antiguo pueblo de Israel, estamos echando a nuestro hijos para que sigan el guiño penetrante del dios Moloc, sacrificándoles deliberadamente por causa de nuestro egoísmo. El aborto es una realidad terriblemente visible para todo el que la quiera ver.

Echemos un vistazo para ver lo que implican estas trompetas.

«El primero (ángel) tocó la trompeta. Y se produjo granizo y fuego mezclados con sangre y fueron arrojados sobre la tierra. Y la tercera parte de la tierra fue quemada, y la tercera parte de los árboles fue quemada, y toda la hierba verde fue quemada.»

Esto es muy parecido a la séptima plaga que cayó sobre Egipto cuando Moisés se enfrentó con el faraón, cuando cayó granizo y hubo relámpagos por todo el país y en este caso están mezclados con sangre. Este no es un fenómeno nuevo, ya que los científicos han registrado otras ocasiones en las que cayó lluvia roja del cielo. Aunque no pudieron dar una explicación satisfactoria, de hecho dejó grandes charcos de agua que eran tan rojos como la sangre misma. Aquí tenemos la misma plaga que deja sentir sus efectos sobre la tierra, produciendo una terrible destrucción del mundo natural. Hemos de darnos cuenta de que las plagas correspondientes a las primeras cuatro trompetas todas ellas caen sobre la creación. Esto es, es un sentido, el juicio de Dios sobre una raza que destruye su medio ambiente y Dios está diciendo, de hecho: «queréis un mundo destruido, pues lo vais a tener. Esto concuerda plenamente con los métodos que usa para juzgar.

Pero la destrucción no es solo literal, sino simbólica. En ese momento está enseñando algo invisible a los ojos de los hombres. Como ya hemos visto, la tierra se usa en las Escrituras como una imagen de Israel, la nación modelo bajo Dios, usada como ejemplo. Aquí tenemos el caso de un juicio a Israel, tanto sobre sus dirigentes (los árboles) como sus gentes (la hierba). El profeta Jeremías y otros profetas del Antiguo Testamento llaman la atención a un tiempo en el que Dios juzgará a su pueblo Israel. Permítame leer esta profecía de Sofonías. Dios dice:

«Sucederá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con lámpara, y castigaré a los hombres que se quedan inmóviles sobre la hez del vino y que dicen en sus corazones: Jehová no hará ni bien ni mal., Por tanto, el patrimonio de ellos será saqueado, y sus casas quedarán desoladas. Edificarán casas, pero no las habitarán; plantarán viñas, pero no beberán el vino de ellas.»

Jeremías denomina a esto «el tiempo de la aflicción de Jacob. Ese es el efecto de la primera trompeta.

La segunda sigue diciendo:

«El segundo ángel tocó la trompeta. Y algo como un gran monte ardiendo con fuego fue lanzado al mar. Y la tercera parte del mar se convirtió en sangre y murió la tercera parte de las criaturas vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de los barcos fue destruida.»

El juicio anunciado por la primera trompeta ataca a la tierra, pero éste ataca al mar. Un gran monte ardiendo es lanzado sobre el mar y es posible que se trate de una erupción volcánica. Puede que sea el Monte Etna en la isla de Sicilia, que los vulcanologos afirman que su cima está a punto de explotar, como el Monte Sta. Helena del Estado de Washington. Muchos eruditos tienen la impresión de que el mar, sobre el cual cae este juicio, es el Mediterráneo. O tal vez se trate de un meteorito que caiga del espacio al océano. Sea como fuere, el mar se convierte literalmente en sangre roja. Una vez más, esto es algo que no resulta desconocido. De vez en cuando los periódicos informan de lo que se conoce como la «marea roja, que aparece en el mar y convierte grandes extensiones del océano en sangre roja. Un diminuto organismo marino, de color rojo, se multiplica a una velocidad tal que hace que el aspecto del agua sea como el de la sangre. Esta plaga acaba con muchas de las criaturas vivas del mar, destruye los barcos y el comercio marítimo se ve reducido en un tercio.

Pero si es literal, es también algo simbólico. El símbolo de un gran monte que echa fuego es el de un reino en llamas por causa de la revolución. Jeremías, por ejemplo, describe a Babilonia como si fuese un monte parecido a este y lo llama «el monte ardiente que es el destructor de la tierra. Posiblemente sea una imagen, como deducimos a juzgar por otros pasajes de las Escrituras, el levantamiento de lo que se conoce popularmente como «el Imperio Romano reavivado, la coalición de la Europa occidental formada por diez naciones y las diez naciones occidentales aliadas bajo el antiCristo, que conquista a otras naciones del mundo. El mar se utiliza con frecuencia como una imagen de las naciones gentiles de la tierra.

Otra vez se limita a un tercio. Fijémonos en la repetición de esta expresión «un tercio a lo largo de todas las series de los juicios anunciados por las trompetas. Bajo los sellos, la limitación es una cuarta parte de la tierra y eso es altamente significativo. El cuatro es el número que corresponde al gobierno humano, y bajo el juicio de los sellos Dios nos está diciendo que se vale del juicio humano para limitar el ataque de los terribles cuatro jinetes del capítulo 6 porque durante esos días al gobierno humano aun le quedan algunos vestigios de poder restrictivo. Pero aquí, hasta eso ha desaparecido, y bajo los juicios anunciados por las trompetas solo el propio Dios pone límites. El tres es el número divino y esto declara que solo la misericordia de Dios limita estos terribles juicio a un tercio del mundo.

Ahora llegamos a la tercera trompeta:

«El tercer ángel tocó la trompeta. Y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha; y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de agua. El nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y muchos hombres murieron por las aguas, porque fueron hechas amargas.

Esta gran estrella cae sobre los ríos y las fuentes de la tierra, y es muy posible que sea un cometa que se hace pedazos al entrar en contacto con la atmósfera y se esparce por toda la tierra, cayendo en los ríos y en los manantiales envenenándolos con lo que es seguramente es una forma de radiación. Es posible que se nos haya ofrecido como un destello anticipado de ello y una nota de advertencia de parte de Dios, mediante el terrible accidente atómico que sucedió en Rusia hace algunos años, que tuvo lugar en una ciudad llamada Chernobyl y ¡ese nombre es la palabra ajenjo en ruso!

Ayer leí en un periódico que había sido detectado un nuevo cometa en los cielos, al que se le ha dado el nombre de «Austin y en Abril se convertirá en el objeto más brillante del cielo nocturno. En ocasiones estos cometas cruzan inesperadamente nuestro sistema solar. Nadie sabe de dónde vienen o cuándo llegarán y ahora ha sido visto uno nuevo. No estoy diciendo con eso que sea la gran estrella que se anuncia aquí, pero sí indica de qué modo tan repentino aparecen estos cometas.

Al mismo tiempo que se produce este acontecimiento físico, también simbolizará que sucederá algo en el ámbito de la vida interna del hombre. Los ríos, como es natural, simbolizan masas de personas que se desplazan en la misma dirección, pueblos enteros que se ven dominados por una sola idea y que se mueven como lo hace un río, en una dirección predecible. Los manantiales se refieren a las fuentes de liderazgo moral o filosófico y en las Escrituras una estrella es el símbolo de un dirigente destacado. Parece ser que algún personaje muy importante, ampliamente reconocido como líder, de repente cambia su política y «cae en este sentido. Muchas personas se sienten amargadas por esto y se vuelven unas contra otras, produciendo una extendida muerte, de carácter moral. Eso es exactamente lo que se describirá más adelante en Apocalipsis bajo el gobierno de la Bestia que viene a la tierra, como veremos. Encontraremos una «estrella semejante en el capítulo 9, al oír la quinta y la sexta trompeta del juicio. Aunque de momento lo voy a dejar ahí.

El cuarto ángel suena tal y como dice el versículo 12:

«El cuarto ángel tocó la trompeta. Y fue herida la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas, de manera que se oscureció la tercera parte de ellos, y no alumbraba el día durante una tercera parte y también la noche de la misma manera.»

Sin comentario preliminar, me gustaría leerles la palabra de nuestro Señor, que se encuentra en el capítulo 21 de Lucas, donde el evangelista da su relato acerca del Sermón en el Monte de los Olivos, en el cual dice Jesús:

«Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra habrá angustia de las naciones por la confusión ante los rugidos del mar y el oleaje. Los hombres se desmayarán a causa del terror y de la expectación de las cosas que sobrevendrán al mundo habitado, porque los poderes de los cielos serán sacudidos.»

Esta es evidentemente una referencia al mismo acontecimiento anunciado por la cuarta trompeta, pero no es solo literal, el sol, la luna y las estrellas, por un motivo u otro, se oscurecerán y no darán su luz a su tiempo, pero también simboliza algo. El sol, la luna y las estrellas se usan en diferentes partes de las Escrituras para tipificar a las autoridades terrenales. La más alta, como es natural, es el rey o el presidente, al que se le presentaría como el sol y bajo su autoridad estarían la luna y las estrellas, que simbolizan a la jerarquía de las autoridades, pero ¿qué significa, metafóricamente, este oscurecimiento? Es una imagen de la luz de la que se priva a las autoridades de la tierra, que se ven moralmente oscurecidas y ya no pueden pronunciar un juicio moral. No se gobiernan por un sentido de la limitación, sino que se caracterizan por un creciente engaño, por la traición, por una crueldad sin misericordia y una absoluta falta de justicia. Sin embargo, por la gracia de Dios este oscurecimiento todavía sigue limitándose a un tercio. ¡Todavía es posible cierta limitación del mal, pero solo por la gracia soberana de un Dios soberano!

El versículo 13 nos advierte ahora de un águila que viene a declarar que lo que va a pasar va a ser mucho peor aun. Si tiene usted una Biblia (en inglés) del Rey Jaime verá que pone «ángel, pero los mejores manuscritos ponen aquí «águila.

«Miré y vi volar un águila por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay de los que habitan en la tierra, por razón de los demás toques de trompeta que los tres ángeles aún han de tocar!»

Hay tres grandes desastres que aun forman parte del futuro y estos «ayes o juicios, que habrán de manifestarse en relación con «los habitantes de la tierra pero esta no es una traducción muy exacta, sino que es literalmente «aquellos que tienen su hogar en la tierra. No quiere decir la gente que vive en la tierra porque hay muchas de ellas, como ya hemos visto, que serán redimidas, sino que los que son juzgados son una clase moral muy concreta: aquellas personas que solo viven para el mundo y sus ventajas, a las que solo les preocupa esta vida y les trae sin cuidado la vida venidera. Alguien ha descrito muy bien a estas personas en esta copla trivial:

A este mundo vengo para comer y dormir, sin saber el motivo por el que nací, mas que el de consumir el maíz, devorar el ganado, el rebaño y los peces, y dejar atrás un plato vacío. ¿Conoce usted a personas así? Parece que solo piensan en comer, dormir y en suplir sus necesidades, sin pensar para nada en el propósito de la vida ni el sentido que pueda tener su propia existencia. Lo que se nos dice aquí es que estas tres últimas trompetas, dos de las cuales examinaremos en el capítulo 9, nos permiten un discernimiento en cuanto a la gran extensión del desastre moral que los primeros cuatro han producido en la tierra.

En cada una de estas series hemos visto esta división de cuatro y de tres. En el caso de los sellos, como recordará usted, había cuatro jinetes galopando por la tierra y a continuación se mencionan los tres sellos, que es una visión en profundidad de lo que está sucediendo detrás del telón, por así decirlo. Aquí tenemos cuatro trompetas que suenan, y luego nos encontramos con una visión más profunda en las tres últimas sobre el terrible impacto que tienen estos espantosos juicios. En las copas de la ira que habrá de manifestarse, tenemos de nuevo la misma división de cuatro y de tres.

Estas series parecen reflejar los tres grados comunes de comparación. Todo el mundo sabe que hay tres maneras de indicar el aumento del valor, del significado o incluso del tamaño material. Primero tenemos «grande que es lo positivo, «mas grande y el superlativo «grandísimo. Con respecto al mal tenemos «malo, «peor y el «peor de todos. Eso es lo que tenemos en estas series: un punto culminante del juicio, un crescendo que acaba al final, cuando se derraman las copas de la ira de Dios, con lo peor de todo.

Si esta mañana yo hiciese una encuesta y les preguntase cómo se sienten después de oír esto, estoy seguro de que la mayoría de ustedes dirían que se sentían incómodos. ¿A qué es debido? ¿Por qué nos sentimos incómodos al oír hablar acerca de juicios como estos? Permítanme compartir estas palabras de un tema de Eugene Peterson, que dice: hacemos todo lo que podemos para tomarnos el juicio a la ligera. Nos valemos de cada estratagema a nuestra alcance para evitar enfrentarnos con las consecuencias del pecado, pero Dios no va a dejarnos escapar. No va a ser complaciente con nuestra falta de atención porque quiere que le tomemos en serio. En una pausa entre el sonido de las trompetas un águila proclama la advertencia. Por mucho que nos acostumbremos a desconectarnos de los sonidos que no queremos oír, incluyendo el sonido del disgusto de Dios ante el pecado, Dios encuentra nuevas maneras de penetrar nuestra sordera defensiva y el grito del águila nos pilla totalmente por sorpresa.

Lo que estamos viendo aquí, en los juicios de los últimos días no es, en realidad, nada nuevo. Es sencillamente los castigos que normalmente se experimentan por el mal que ha aumentado en su dimensión a un grado sumo. Dios ha estado enviando juicios como éstos a lo largo de toda la historia de la humanidad. Se han producido las erupciones volcánicas, han caído meteoritos a la tierra, han caído lluvias rojas del cielo, las aguas han estado envenenadas, etc. etc. Todos estos espantosos desastres han ocurrido con anterioridad, pero ahora han llegado a un punto culminante. Pero no debemos malentenderlos, porque son por nuestro propio bien.

Les ofrezco una lista de cinco efectos del juicio al que nos hemos visto sometidos ya y en cierto modo, todos estamos siendo juzgados, más o menos. Las penurias, las pruebas y las dificultades son todas ellas parte del juicio de Dios sobre el mal humano, y son cosas que estamos experimentando. Para empezar, los juicios nos asustan y esa es su intención, ya que son enviados para llamar nuestra atención. Hacen que se nos hiele la sangre y nos alarman, nos dejan a todos aterrorizados. Como niños ante una película de terror nos sentimos fascinados por ellos, pero queremos taparnos los ojos para no verlo bien. Ese es el primer efecto que tiene el juicio, el de causar temor.

Debido precisamente a que nos hacen sentirnos aterrorizados, el juicio hace que nos mostremos sobrios. ¿Cuántas personas de Bay Area, aquí en California, pusieron en orden sus prioridades cinco minutos después de que el terremoto hiciese sentir sus efectos el 17 de Octubre? Escuchamos muchos testimonios durante ese momento de personas que decían: «Nunca más me voy a volver a tomar la vida tan a la ligera, lo que ha pasado me ha enseñado mucho. Empecé a darme cuenta de lo que era realmente importante. Eso es lo que consiguen los juicios, nos ayudan a reevaluar nuestras vidas y cambian nuestras prioridades. C.S. Lewis dice que el temor, el dolor o el juicio es «el megánofono del que se vale Dios para alcanzar a un mundo sordo.

Por lo tanto, los juicios actúan para corregirnos y nos obligan a enfrentarnos con hechos desagradables acerca de nosotros mismos y eso es algo que no nos gusta. A nadie le sienta bien que le digan que no es perfecto. Sabemos que no lo somos, pero no nos gusta que otros nos lo digan y cuando nos indican lo que hacemos mal nos sentimos incómodos, pero los juicios descubren lo que no son más que un engaño y nos devuelven a la realidad. Comenzamos a pensar de una manera exacta, con más claridad, como lo hace Dios y planeamos con más cuidado, pensando con más consideración y es por eso por lo que Dios envía su juicio.

En cuarto lugar, el juicio hace que nos humillemos. Empezamos a darnos cuenta de que no tenemos el control y que no dominamos todo lo que sucede en nuestra vida. No somos criaturas autónomas, no somos pequeños dioses, capaces de hacer cualquier cosa que queremos a nosotros mismos, como los medios de difusión intentan hacernos creer. No tenemos el control. Nos damos cuenta de lo insensatos que hemos sido en el pasado, de que hemos cometido muchos errores a pesar de que nos creíamos que lo estabamos haciendo bien. Comenzamos, por fin, a agradecer que alguien nos dirija, a escuchar a otros y, especialmente, a buscar la sabiduría de la Palabra de Dios.

Finalmente, el juicio nos tranquiliza y nos consuela. Responde a la gran oración hecha por Habacuc «en medio de la ira, acuérdate de tener misericordia. Nos enteramos de que a Dios tampoco le complace el juicio. Lo llama, como vemos en Isaías 28:21 «rara obra y El hace que sea lo más breve posible. Nos advierte sobradamente antes de que se vuelva intolerable. Nos manda avisos por anticipado, cosas de las que nos tenemos que acordar por la fuerza, para que seamos conscientes de que pueden pasar estas cosas a fin de que prestemos atención y actuemos antes de que se descontrolen.

Y esto apoya el punto de vista que nos da la Biblia a lo largo de todas sus páginas acerca de un Dios amoroso «lento para la ira y grande en misericordia. No es extraño que las personas que no leen mucho la Biblia digan casi siempre, al hablar acerca del juicio: «bueno, el Dios al que yo adoro es un Dios de amor, ¡no haría nunca una cosa por el estilo! ¡Amigo mío, es precisamente su amor lo que hace que Dios sea un juez! Es preciso que Dios juzgue con el propósito de eliminar el mal de su creación, de una vez para siempre, y que haga que por fin pueda llegar a este mundo la bendición universal que los hombres han venido anhelando a lo largo de toda la historia humana. Anoche pasé una noche tranquila en casa. Caía la lluvia y ese es siempre un sonido reconfortante. En el interior se estaba caliente y a gusto y en el exterior reinaba la paz. No había ningún peligro que me amenazase a mi ni a mi familia y pasé una velada encantadora escuchando buena música clásica. Acababa de leer este pasaje de Apocalipsis y de repente me di cuenta de lo protegido que estaba.

Si usted y yo estuviésemos viviendo en Calcuta, posiblemente nos sintiésemos más cerca de estas escenas del Apocalipsis de lo que nos sentimos aquí en California. Si estuviésemos viviendo en un geto de una de nuestras grandes ciudades, donde la violencia acecha las calles justo a la puerta y no nos atreviésemos a salir, nos identificaríamos mucho mas fácilmente con estos juicios. ¡De qué modo tan maravilloso ha permitido Dios que nos libremos de todas estas cosas, cómo nos ha protegido y nos ha cuidado! Todo cuanto tenemos que hacer para convertir la tierra en las escenas con las que nos encontramos en Apocalipsis es quitar todos los límites al mal humano durante un corto tiempo. ¡Las cosas pasarían de ese modo mañana mismo! Pero Dios nos ha librado, nos ha cuidado, nos ha amado, nos ha protegido, tanto de los creyentes como de los que no lo son. ¡Qué agradecidos deberíamos estar todos por ello! ¡Y qué dispuestos a prestar atención al grito del águila!



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Nº de Catálogo 4200

Apocalipsis 8:1-13

Doceavo Mensaje

4 de Febrero, 1990



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