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LA ULTIMA ADVERTENCIA

Puede que experimente usted algo por el estilo al leer Apocalipsis 11. Entre los terribles juicios que están cayendo, los sellos que se van abriendo, el sonido potente de las trompetas, examinamos ahora una escena más íntima. Enfocamos, por así decirlo, sobre ciertas personalidades y personajes situados en el escenario de los últimos días, que aparecen en carne y hueso, y aprendemos más acerca de cómo va a seguir adelante el programa de Dios y por medio de quién se llevará a efecto.

Como ya hemos visto, el capítulo 11 forma parte de un entreacto que tiene lugar entre el sonido de la sexta y de la séptima trompetas. Al llegar a este punto se le encomienda a Juan una nueva misión. La semana pasada vimos que al final del capítulo 10 le fue dado un pequeño pergamino de profecía para que se lo comiese. Juan se lo comió, efectivamente, y el hecho de que lo hiciese es un simbolismo de su participación personal en el programa de restauración de Dios de los últimos días. A partir de este momento en Apocalipsis Juan deja de ser un mero observador y a partir de ese momento tiene que participar en la acción. Así que Juan nos dice en el capítulo 11, versículos 1 al 3:

«Entonces me fue dada un caña, semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate y mide el templo de Dios y el altar, y a los que en él adoran. Y deja aparte el atrio de afuera del templo. Y no lo midas, porque ha sido dado a los gentiles, y ellos pisotearán la ciudad santa por cuarenta y dos meses. Yo mandaré a mis dos testigos y ellos profetizarán por 1.260 días, vestidos de cilicio.»

El hecho de medir un sector determinado se considera claramente como una acción simbólica. En las profecías de Ezequiel y de Zacarías, y mas adelante incluso en Apocalipsis, hay situaciones en las que se usa el concepto de medir, lo cual es, lógicamente, una señal de algo que pertenece a Dios, que está reclamando el objeto a medir como algo para su uso, ya sea para bendición o para juicio. Así es como usamos hoy la medida. Si tenemos una disputa con un vecino sobre una línea de propiedad, ¿qué hacemos? Se contrata a un topógrafo que mide la propiedad y establece los límites. Aquí Dios le ha dado al profeta una vara de medir con la cual medir el templo y el altar, y hasta las personas que acuden a él para adorar, pero se le dice que excluya el atrio del templo.

Está claro que se trata de un templo terrenal. Con anterioridad hemos visto en el libro un templo que se abre en el cielo. Hay, de hecho, un templo en el cielo, el mismo que vio Moisés cuando estuvo en el Monte Sinaí y le fue dicho que hiciese una copia exacta de ese templo para construir el tabernáculo, pero hasta el templo celestial es simbólico porque representa la verdadera morada de Dios. ¡Al final de este libro nos vamos a encontrar con una evidencia inconfundible de que el hombre es la morada de Dios! Nosotros los creyentes somos la morada de Dios. Pablo lo dice en su primera epístola a los Corintios: «¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en vosotros…? Nos convertimos en la última morada de Dios en su universo. Ese templo celestial simboliza la enorme dignidad que ha concedido Dios a nuestra raza, haciendo que nosotros seamos finalmente y para siempre su morada.

Pero ese templo que está en el cielo, simbólico como es de nuestra humanidad, está también reflejado en el templo físico aquí en la tierra. Está claro, según la mención que se hace aquí de la «ciudad santa, que se trata de un templo en Jerusalén. En estos momentos no hay templo en Jerusalén y el último fue destruido por el General Tito, el hijo del Emperador Vespasiano, cuando llegó en el año 70 A.D. rodeando la ciudad con sus ejércitos romanos, sometiéndola a una terrible crueldad. El sitio fue tan grave que las gentes de la ciudad llegaron a comerse hasta a sus propios hijos para poder sobrevivir. Al final los romanos pudieron atravesar las defensas de los judíos y demolieron totalmente el templo y no ha vuelto a haber otro templo allí desde entonces. En estos momentos hay dos edificios sobre la cima de la montaña (el Monte Moria). Uno de ellos es el correspondiente a la mezquita islámica de Al-Aksa y el otro, el edificio más destacado y visible, la Cúpula de la Roca. Es precisamente este edificio, con su cúpula dorada y con los lados de un azul brillante, el que es el centro de interés de casi todas las vistas de Jerusalén.

Estos edificios constituyen un problema para la reconstrucción del templo. Desde 1967, cuando los judíos volvieron a capturar la antigua ciudad de Jerusalén, se ha permitido a los musulmanes el control completo y adorar en el Monte del Templo. No se les permite adorar allí ni a los judíos ni a los cristianos, solo los musulmanes pueden hacerlo. Fui hace un par de años, en compañía de un amigo judío, al monte del templo e intentamos leer la Biblia y orar. De inmediato nos vieron unos guardias islámicos, que se negaron a permitirnos que continuásemos porque el Monte del Templo le ha sido entregado a los musulmanes por las autoridades judías. El Islam lo considera como el tercer lugar sagrado de su fe. Por lo tanto, se ha convertido en un verdadero obstáculo a la hora de realizar cualquier esfuerzo por construir el templo de nuevo en ese emplazamiento.

De hecho, la mayoría de los judíos a los que hemos conocido en Tierra Santa (y muchos judíos de por todo el mundo en la actualidad) consideran necesario destruir de alguna manera la Cúpula de la Roca para reconstruir el templo judío en ese lugar, pero durante los últimos 10 años un santo ingeniero judío (amigo personal de algunos de los que estamos aquí), llamado Asher Kaufmann, ha realizado una extensa obra para localizar con exactitud dónde estaba construido el antiguo templo. Ha descubierto y demostrado, para satisfacción de muchísimas personas, que el templo no fue construido en el lugar mismo donde se encuentra hoy la Cúpula de la Roca, sino que fue de hecho construido justo al norte de la Cúpula, en lo que sigue siendo todavía un area abierta y que no ha sido cubierta, ocupada solo por un pequeño santuario llamado «Cúpula de los Espíritus. Si tiene razón, y hay una gran cantidad de evidencia que confirma que la tiene, eso indicaría que sería posible reconstruir el templo judío en el Monte Moriah sin destruir la Cúpula de la Roca.

Menciono esto porque es importante para el pasaje que estamos examinando. Si se construye el templo de nuevo al norte de la Cúpula, el atrio incluiría la Cúpula de la Roca. Algunos comentadores de Apocalipsis sugieren que el versículo 2, en el que se le dice a Juan que excluya el atrio de afuera del templo porque ha sido dado a los gentiles (o las naciones) durante 42 meses, es una referencia a ese sector, donde se encuentra situada la Cúpula de la Roca. No afirmo dogmáticamente que sea así, pero es muy sugerente. Sea como fuere, según este pasaje, se permitirá cierto control, a personas que no serán judías, de una parte del monte del templo durante 42 meses.

Ahora bien, 42 meses son 3 años y medio que, como la mayoría de ustedes los matemáticos reconocerán rápidamente, es la mitad de siete años. Como es natural, 3 años y medio dejan dos períodos posibles. ¿A qué mitad se refiere, a la primera mitad de la última semana o a la última mitad? A juzgar por lo que dice el texto, yo sugiero que probablemente se esté refiriendo a la primera mitad de la semana, porque eso permitiría la construcción de un templo judío reconstruido sobre la cima del Monte Moria. Lo fascinante es que en Tierra Santa existen varias organizaciones judías que se dedican, hasta un punto realmente fanático, a la reconstrucción del templo sobre el Monte Moria. Yo les he conocido, he hablado con ellos, he visitado algunos de los lugares donde se están realizando los preparativos para este acontecimiento y sé personalmente que esto es verdad.

Por ejemplo, están preparando a un gran número de jóvenes para que puedan ser sacerdotes en ese templo, enseñándoles los antiguos rituales y preparando vestimentas para que puedan ponérselas; he visto algunas de estas prendas con mis propios ojos. En otras palabras, se están preparando para colocar sobre el monte santo un templo que funcione. Si esto es algo que se consiga ante de que la iglesia sea llevada en el «rapto o no es algo que no sé. No tiene que hacerse antes de ese acontecimiento, pero también es posible que el templo sea reconstruido antes de ese momento, pero a eso se debe que los ojos del mundo entero estén fijos en el Monte del Templo de Jerusalén. Estos dos versículos destacan el hecho de que Dios mismo se está concentrando en ello, midiendo el templo y su altar. Al decir eso, lo que está diciendo en realidad es: «Esto es Mío. Tengo la intención de usarlo. Es señal de que en los últimos días será propiedad de Dios.

De los versículos 3 al 14 de este capítulo concentramos nuestra atención, enfocando sobre dos importantes personajes que aparecen de entre bastidores totalmente sin anuncio previo:

El gran ángel dice: «Yo mandaré a mis dos testigos y ellos profetizarán por 1.260 días vestidos de cilicio. Ellos son dos olivos y los dos candeleros que están delante del Dios de la tierra. Si alguien les quiere dañar, fuego sale de la boca de ellos y devora a sus enemigos. Cuando alguien les quiere hacer daño tienen que morir de esta manera. Ellos tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no caiga lluvia durante los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.

En uno de los grandes mensajes de Pablo, escritos en el libro de los Hechos, afirma que Dios no se queda nunca sin un testigo. Aquí, en medio del mas grande de los tiempos de apostasía que jamás ha conocido el mundo, Dios sigue conservando un testigo, que se manifiesta en forma de dos personas, dos hombres, vestidos de cilicio (o arpillera para vosotros los más principiantes). Era la manera tradicional de vestir de un profeta cuando era enviado para anunciar una amenaza de juicio. Estos dos hombres aparecen vestidos de cilicio porque su ministerio consiste en dejar al descubierto todo engaño, mentira o propaganda humanística que se disfrace para dar la impresión de ser la verdad, que procederá del Hombre de Pecado en ese día.

También Jesús habló sobre este templo y sobre el Hombre de Pecado. Dijo que la señal de los últimos días sería cuando «veáis la abominación desoladora junto al lugar sagrado, que no es otra cosa que el templo y la abominación de la desolación que predijo Daniel, es una descripción del ministerio y de la persona del Hombre de Pecado, el anticristo. Pablo nos dice en su IIª epístola a los Tesalonicenses que «se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios. Así que el Señor Jesús y el apóstol están de acuerdo en que será construido un templo en el Monte Moria y que será ocupado por aquel, al que Juan llama «el anticristo (1ª de Juan 2:18). Le encontraremos de nuevo cuando lleguemos al capítulo 13 porque es la bestia que surge de la tierra, tal y como está escrito en ese capítulo.

Todo esto se contrasta con el dramático trasfondo del Hombre de Pecado asentado en el templo, reclamando para sí mismo la adoración de la tierra porque, como el hombre representativo, es realmente Dios. Es el humanismo llevado a un grado infinito: el hombre es su propio dios. Eso es algo de lo que oímos hablar mucho hoy, pero entonces será universalmente aplaudido. Se permite a estos dos testigos dar testimonio durante 1.260 días, es decir, 42 meses o 3 años y medio, que es la mitad del período de siete años. Si los 42 meses durante los cuales las naciones pisotean la ciudad santa es la primera mitad del período, como creo que lo es, entonces el cambio a los 1.260 días, en este caso como una designación de tiempo, probablemente indique que el testimonio de estos dos hombres tendrá lugar durante la segunda mitad de la semana o durante la gran tribulación. El Señor Jesús nos advirtió que vendría un tiempo de enorme sufrimiento «como no se ha visto jamás en la tierra y ni siquiera el holocausto nazi se puede comparar con él. Ese será el segundo período de 3 años y medio de esta sección de siete años. De manera que cuando aparezcan en escena estos dos testigos será el comienzo de la gran tribulación.

Se nos ofrecen algunas claves con respecto a su identidad. En primer lugar, se nos dice que son «los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Dios de la tierra. Es fácil reconocer el significado de esos símbolos porque también Zacarías los usa. En el capítulo 4 de su profecía, leemos acerca de dos olivos que destilan su aceite sobre dos candeleros como testimonio a Israel en los tiempos del profeta y en relación con ese testimonio se cita el conocido pasaje: «ni por la fortaleza, ni por el poder, sino por mi Espíritu dice el Señor. De modo que aquí tenemos a dos hombres que simbólicamente son como candeleros que alumbran en medio de la oscuridad de la tierra. Son alimentados con el Espíritu de Dios mismo, porque el aceite de oliva representa al Espíritu; por lo tanto, no se puede aniquilar al testigo y no pueden ser eliminados hasta que no hayan acabado su trabajo. Dios les protege de una manera especial porque de sus bocas sale el fuego para destruir a cualquiera que intente hacerles daño. ¡Son lanzadores de llama humanos!

Eso nos sugiere intensamente el ministerio del profeta Elias. En el libro de 2ª de Samuel se nos dice en dos ocasiones diferentes, con respecto al ministerio de Elias, que el rey mandó a una compañía de cincuenta soldados para llevárselo cautivo, pero cada vez descendió fuego del cielo y los destruyó. Esto sugiere, por lo tanto, que uno de estos testigos es Elias, que ha regresado a la tierra. El libro de Malaquías, que es el último libro del Antiguo Testamento, predice exactamente eso. Malaquías dice: «he aquí yo envío al profeta Elías antes de que venga el día de Jehová, grande y temible. En el evangelio de Mateo, en el relato sobre la transfiguración de Jesús, cuando Pedro, Jacobo y Juan descendían de la montaña después de haber visto allí a Moisés y a Elías con el Señor, los discípulos le preguntaron al Señor: «¿por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Y respondiendo (Jesús) dijo: A la verdad Elías viene y restaurará todas las cosas (Mateo 17:11), pero explicó que en un sentido Elías había venido ya, porque Juan el Bautista había anticipado esa predicción por medio de su ministerio, en el espíritu y el poder de Elías. Como es natural, eso no quiere decir que Elías no vaya a volver a venir aún. Vendrá, como ha indicado claramente el Señor Jesús, por lo que parece seguro que Elías será uno de estos dos testigos.

¿Quién es el otro? Tenemos más claves todavía. Para comenzar, a estos hombres se les da poder para impedir que caiga la lluvia sobre la tierra y eso nos vuelve a recordar a Elías, que tenía la autoridad de Dios para detener las precipitaciones anuales. No llovió en Israel durante 3 y medio hasta que oró y le pidió que lloviese de nuevo. Los dos testigos tenían además poder para convertir las aguas en sangre, para hacer que se produjesen plagas y enfermedades entre el pueblo, algo que nos recuerda el ministerio de Moisés. Cuando el faraón se opuso a la petición de Moisés de dejar ir a su pueblo, Moisés convirtió las aguas en sangre y pidió que cayesen plagas sobre los egipcios. Por eso es por lo que muchos expositores creen que los dos testigos son Elías y Moisés, que vuelven a aparecer. Algunos dicen que se trata de Enoc y de Elías, porque esos son los dos hombres del Antiguo Testamento que no murieron nunca, sino que fueron llevados al cielo sin pasar por la muerte. En algunos de los mas antiguos escritos cristianos se hace referencia a Enoc y a Elías como los dos testigos. Por lo tanto, no es completamente seguro de que en este caso se trate de Moisés, pero para mi el asunto está claro cuando recuerdo que fueron Moisés y Elías los que aparecieron con Jesús en el monte de la transfiguración. Pedro nos dice que fue una imagen del regreso de Jesús, de modo que ahora que estamos considerando aquí la venida del Señor, parece más factible que los dos testigos sean Moisés y Elías.

Nos enteramos de más detalles acerca de su ministerio en los versículos del 7 al 10:

«Cuando hayan concluido su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la gran ciudad que simbólicamente es llamada Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado el Señor de ellos. Y por tres días y medio, la gente de los pueblos y de las razas y de las lenguas y de las naciones miran sus cadáveres; y no permiten que sus cadáveres sean puestos en sepulcros. Y los habitantes de la tierra se gozan sobre ellos y se alegran. Y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas habían sido un tormento para los habitantes de la tierra.»

Fíjese en las palabras cuando hayan concluido su testimonio. Nadie puede interferir hasta que esté hecho el trabajo, pero entonces «la bestia que sube del abismo les ataca. Esa frase «la bestia que sube del abismo nos lleva de vuelta al capítulo 9, versículo 11. Allí vimos la estrella que cayó del cielo, a la que le fue dada una llave para abrir el abismo y de él salieron las espantosas langostas simbólicas. Su rey, se nos dice, procedía del abismo. Su nombre era Abadón, que quiere decir «destrucción y Apolión, que significa «destructor. Es evidente, como vimos entonces, que era el propio Satanás, el rey de todos los demonios.

El apóstol Pablo nos dice que el Hombre de Pecado será poseído por Satanás. Del mismo modo que se introdujo en Judas antes de que traicionase al Señor, Satanás poseerá al anticristo, el Hombre de Pecado, acerca del cual aprenderemos mucho mas en este libro. El es quien ataca a estos dos testigos y los mata, ya que han sido un constante aguijón en su carne para él por insistir en decir las verdad a las gentes, indicándoles cuál habría de ser exactamente el programa de Dios. No hicieron más que advertirles que se estaban dejando engañar por mentiras que se habían difundido mucho en aquel día, cosa que debió enfurecer y molestar a este hábil propagandista que tenía al mundo entero bajo su control, a excepción de aquellos que creían a los dos testigos, pero ahora por fin se le permite quitarles la vida.

Sorprendentemente, eso se convierte en motivo de una gran celebración en la tierra. Incluso hoy en día cuando algo que han conseguido los no creyentes les hace sentirse muy satisfechos dicen: «¡demos una fiesta! Dar una fiesta es la única manera que saben de celebrarlo y en ese momento hay una gran celebración en Jerusalén. Se niegan a enterrar a estos dos hombres, jactándose de su muerte y colocando sus cadáveres donde todo el mundo los pueda ver. Esto parece ser una anticipación de lo que nos ofrece la tecnología de la televisión, porque toda nación, tribu, lengua y pueblo contempla los cadáveres de estos dos testigos. A la ciudad se la llama aquí «Sodoma y Egipto; Sodoma por causa de su corrupción y Egipto por causa de la persecución. Sin embargo, es reconocida fácilmente como la ciudad «donde fue crucificado el Señor. Resulta irónico que el odio que siente el mundo por la causa de Cristo se ponga de manifiesto celebrando una gran fiesta, en la que de hecho las personas se hacen regalos unas a otras, como se hace en Navidad, para celebrar las muertes de estos dos testigos que habían sido un tormento y una reprensión dolorosa por sus prácticas pecaminosas.

Pero Dios tiene siempre la última palabra y en los versículos 11 al 14 nos enteramos de lo que es:

«Después de los tres días y medio el aliento de vida enviado por Dios entró en ellos, y se levantaron sobre sus pies. Y un gran temor cayó sobre los que los veían. Oyeron una gran voz del cielo que les decía: ¡Subid acá!, Y subieron al cielo en la nube, y sus enemigos los vieron. Y en aquella hora se produjo un gran terremoto, y cayó la décima parte de la ciudad. Murieron por el terremoto 7.000 hombres, y los demás estaban aterrorizados y dieron gloria al Dios del cielo. Ha pasado el segundo ay. He aquí el tercer ay viene pronto.»

Al igual que su Señor antes que ellos, estos dos testigos tienen el privilegio de pasar por la misma experiencia que él pasó, en el mismo lugar, en la ciudad de Jerusalén. Les matan de una manera cruel, al igual que le sucedió a Jesús, y resucitan tres días y medio después y ascienden al cielo ante los ojos de la multitud asombrada, temblando mientras lo contemplan. Se nos dice en dos ocasiones que tiemblan de miedo, pues sienten el frío de su propia derrota ante lo que ven. ¿Quién puede oponerse al Dios que tiene el poder de la resurrección? Jesús dijo que lo peor que nadie podía hacer es matarnos, pero después de eso, declaró, no pueden hacer nada más y ¡ni siquiera la muerte puede impedir que siga adelante el programa de Dios!

La maravillosa verdad que se nos enseña aquí es que ese es el destino de cualquiera que crea en Jesús. Todos tendremos que morir, excepto los que sean llevados al cielo al final e incluso ellos serán transformados en un abrir y cerrar de ojos. Si morimos resucitaremos y ascenderemos al cielo para estar con el Señor para siempre, por lo que ese es también el destino de estos dos testigos fieles. No tenemos que sorprendernos de que Dios se ocupe de los suyos de este modo, porque lo hace por todos los que confían en Cristo. Tampoco es sorprendente que «los que viven en la tierra sientan terror cuando suceda esto. ¿Quién puede derrotar al Dios de la resurrección? Nos recuerdan las espléndidas palabras de John Donne:

Muerte no seas orgullosa, porque algunos te han llamado Poderosa y Espantosa, porque no lo eres. Porque aquellos a los que crees poder derrotar, No mueren, pobre muerte, ¡ni tú puedes matarme!

La esperanza de los creyentes a lo largo de los siglos es que la muerte no puede reclamarnos para siempre, sino que ella misma debe sentir su propia muerte en el lago de fuego que habrá de aparecer.

Esto nos sitúa de nuevo al final del último gobierno del hombre sobre la tierra. Se produce un terremoto masivo e inmediato, igual que sucedió cuando fue crucificado Jesús y otra vez en su resurrección y ahora se centra en Jerusalén. Una décima parte de la ciudad se colapsa y mueren 7.000 personas. Hay otros pasajes en los profetas que anuncian este formidable terremoto. En Zacarías 14 el profeta anuncia que el Mesías estará sobre el Monte de los Olivos y cuando sus pies toquen el monte éste se separará en dos. La mitad irá hacia el norte y la otra hacia el sur para crear un gran valle en medio. Podemos imaginarnos fácilmente lo que un terremoto masivo como ese causaría en la moderna Jerusalén, con su población de casi medio millón de personas.

A duras penas podemos dudar de que este sea un hecho literal si tenemos en cuenta que la mayor falla en toda la tierra pasa por el este de Jerusalén, por el valle del Río Jordán y se le llama «El Gran Rift Valley (como lo llaman los científicos) y se extiende bajo el Mar Muerto hasta Africa. Es el gran valle en el que se encuentran los grandes lagos africanos, como el Lago Victoria, el Lago Nyasa y otros. Es la línea en la cual el gran continente africano se encuentra con Asia. En estos tiempos estamos familiarizados con la teoría de la desviación continental y el movimiento de las placas tectónicas sobre las que descansan los continentes, por lo que resulta perfectamente comprensible que suceda tal y como se ha descrito.

De inmediato el séptimo ángel hace sonar su trompeta y eso nos sitúa en el fin de la serie de las trompetas, que es además el mismo fin al que nos llevan los sellos y las copas. Veamos lo que sucede:

«El séptimo ángel tocó la trompeta. Y en el cielo se oyeron grandes voces que decían:

El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo. El reinará por los siglos de los siglos.,

Y los veinticuatro ancianos, que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios diciendo:

Te damos gracias, Señor Dios, Todopoderoso, que eres y que eras, porque has asumido tu gran poder y reinas. Las naciones se enfurrecieron, pero ha venido tu ira y el tiempo de juzgar a los muertos y de dar su galardón a tus siervos los profetas y a los santos y a los que temen tu nombre, tanto a los pequeños como a los grandes, y de destruir a todos los que destruyen la tierra.

«Y fue abierto el templo de Dios que está en el cielo, y se hizo visible el arca de su pacto en su templo. Entonces estallaron relámpagos, voces, truenos, un terremoto y una fuerte granizada.»

Nos hemos encontrado con estas visiones y sonidos en dos ocasiones con anterioridad, que marcan el final del período de la tribulación y el comienzo del milenio. Estas voces angélicas proclaman el principio del reinado de Cristo en la tierra, que le adoran porque ha tomado su gran poder y ha comenzado a reinar, primero en la tierra durante un período de mil años, como nos dice claramente el capítulo 20 de este libro. A continuación se producirá una breve rebelión, y entonces empiezan los nuevos cielos y la nueva tierra, donde Jesús continua su reino por los siglos de los siglos, como dice este pasaje.

El versículo 18 es un repaso condensado de la tribulación y todo el período del milenio, que empieza con la ira y la rebelión de las naciones: «Las naciones se enfurecieron, pero ha venido tu ira. Eso nos ofrece una visión de la semana 70 de Daniel y el Salmo 2 describe el mismo acontecimiento.

«¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos traman cosas vanas? Se presentan los reyes de la tierra y los gobernantes consultan unidos contra Jehová y su ungido, diciendo: ¡Rompamos sus ataduras! ¡Echemos de nosotros sus cuerdas!»

Eso describe la gran rebelión de los últimos días. ¿Cómo responderá Dios? «Ha llegado el día de su ira, pero es también el día de juzgar a los muertos y de galardonar a sus siervos y a los santos, a los pequeños y a los grandes, que honran al Señor. Aprendemos, por lo que dicen otros pasajes de las Escrituras, que los muertos son levantados al comienzo del período de la tribulación. Pablo lo describe en Iª de Tesalonicenses, en el capítulo 4, el rapto de la iglesia. Y luego, al final del reinado de mil años o del milenio, vuelven a resucitar a los muertos que aparecen ante el trono blanco del juicio y eso lo examinaremos más adelante en el libro.

Durante todo este período son recompensados los siervos de Dios y es aquí donde debemos de insertar la imagen de Mateo 25, donde Jesús dice: «Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; y todas las naciones serán reunidas delante de él. El separará los unos de los otros, como cuando el pastor separa las ovejas de los cabritos. Está juzgando a los creyentes profesantes de ese tiempo, los que afirman ser cristianos. ¿Recuerda la base de este juicio? Es el modo de reaccionar de las personas frente a los desamparados, a los que carecen de esperanza y a los que no tienen hogar. «¿Les habéis dado de comer? preguntará. «¿Les disteis de beber? ¿Les acogisteis? ¿Les vestisteis? ¿Les visitasteis cuando estuvieron en la cárcel? «Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que si lo hicisteis a uno de estos mis pequeños, a mi lo hicisteis. Este gran juicio tiene lugar al principio del milenio.

Se nos dice finalmente que el templo de Dios en el cielo se abre y se ve el arca del pacto que está en él. ¡No busquen a Indiana Jones! Estaba buscando su copia del arca, pero la verdadera arca del pacto se encuentra a salvo en el cielo, como garantía de que Dios no se ha olvidado de su pueblo Israel. El arca del pacto también está siempre relacionada con esa nación, de manera que Israel vuelve a aparecer entre los capítulos 12 al 14. Volveremos atrás, por tercera vez, a los 3 años y medio de la tribulación hasta que nos encontremos otra vez con los relámpagos, los truenos, el gran terremoto y la tormenta de granizo cuando son derramadas las siete copas de la ira en los capítulos 15 y 16.

¡Qué gran privilegio nos ha concedido Dios al permitirnos poder leer los últimos capítulos de la historia de la tierra! Puede leer usted mas adelante para ver dónde acabará todo. Este libro nos enseña que llegará el tiempo en que Jesús reinará en toda la tierra. La justicia será la característica de los tiempos, no la injusticia como ahora. En ese día cesará todo el tráfico de drogas; se cerrarán todos los centros de aborto; el divorcio será algo desconocido y todas las familias vivirán juntas en belleza, paz y armonía; cesarán las guerras por toda la tierra; las estadísticas sobre los crímenes descenderán a cero; no se conocerán nunca los escándalos sexuales: la verdad se enseñará de nuevo en las escuelas y ¡muchos políticos y abogados tendrán que encontrar trabajo honesto! Según las preciosas palabras de las Escrituras; ¡la justicia cubrirá la tierra como las aguas cubren la mar! No perdamos la esperanza, animémonos los unos a los otros con la certeza de la gloria venidera.



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Nº de Catálogo 4203

Apocalipsis 11:1-19

Decimocuarto Mensaje

25 de Febrero, 1990



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