No se lo pierda
Home » Liderazgo » La habilidad de llevarse bien con los demás

La habilidad de llevarse bien con los demás

A riesgo de simplificar demasiado, me resistiré a una definición interminable y me conformaré con una palabra. Dicha palabra es influencia. Si me lo permite, dos palabras: influencia insp¦radora.

Las personas que mejor desempeñan el trabajo de administración —las que son más exitosas como líderes— usan su influencia para inspirar a otros a seguir, a trabajar más arduamente… a sacrificarse, de ser necesario. Por difícil que resulte captarla, tal influencia inspiradora genera resultados increíbles.

• Cuando un equipo encuentra un director técnico que tiene liderazgo, es notable ver cómo los jugadores se esfuerzan y logran realizar hazañas casi imposibles con el fin de ganar.

• Cuando un maestro tiene aptitud para el liderazgo, la colaboración y los logros de su clase rayan en lo increíble.

• Cuando un equipo de ventas encuentra liderazgo en su gerente, los integrantes se matan por alcanzar sus cuotas de venta mes tras mes.

Este es un buen momento para aclarar una cosa, por las dudas; que usted esté diciendo: “Pues, yo no soy una persona con aptitudes de liderazgo. No concuerda con mi modo de ser”. Es falsa la impresión de que todos los líderes deben tener el mismo temperamento. Algunos son del tipo arremetedor, cuyo estilo es audaz, bullicioso y fuerte. Pero otros, igualmente eficaces, tal vez sean más silenciosos. Rara vez levantan la voz por encima de un nivel de conversac¦ón.

Conozco líderes que emplean métodos extrínsecos de motivación con gran éxito. Pero también sé de personas que detestan ese enfoque. Prefieren mucho más motivar a la persona interior con apelaciones intrínsecas. Hay líderes que se mantienen distantes, mientras que otros se arremangan y se involucran de manera directa con las personas que están a su cargo. Algunos líderes son sumamente inteligentes, tienen amplia preparación y son eruditos en su labor. Otros no son tan brillantes en lo intelectual, pero son avezados, sabios e ingeniosos… y se los respeta tanto como a sus homólogos brillantes.

Obviamente, el temperamento de un líder (algunos tal vez lo denominen “estilo”) difiere de una personalidad a otra. Sea como fuere que se exprese el estilo de liderazgo, los que responden con colaboración y dedicación lo hacen por causa de la influencia inspiradora que demuestra dicho líder.

Sea cual fuere su temperamento, el líder cuya influencia prueba ser la más eficaz es el que se lleva bien con la gente.

El gran empresario estadounidense, John D. Rockefeller, cierta vez admitió: “Estoy dispuesto a pagar más por la habilidad de tratar con las personas que por cualquier otra habilidad bajo el sol.”

Resulta prácticamente imposible exagerar el valor de esta cualidad fundamental. De acuerdo con un informe presentado por la American Management Association [Asociación Americana de Administración de Empresas] una mayoría abrumadora de los doscientos gerentes que participaron en la encuesta reconocieron que el ingrediente más valioso –la “destreza de importancia primordial”— era la aptitud de llevarse bien con la gente. Los gerentes asignaron mayor importancia a esta aptitud que a la inteligencia, el poder de decisión, el conocimiento del trabajo o las destrezas técnicas.

Quiero agregar un comentario a los que participan del servicio vocacional cristiano. Con demasiada frecuencia (particularmente entre los que se inician en el ministerio), se resta importancia al valor de llevarse bien con la gente. Se supone falsamente que en forma automática las personas respetarán y seguirán el liderazgo que se dé por el simple hecho de contar con una mutua dedicación al mismo Señor o un mutuo acuerdo sobre la misma doctrina… sin que tenga peso alguno la aptitud del líder para tratar con las personas.

¡Se trata de una lamentable falsa ilusión!

Una y otra vez he hablado con individuos desilusionados que iniciaron su servicio al Rey con esa mentalidad. Si bien fueron llamados, se capacitaron, se dedicaron, tenían entusiasmo por su futuro y se les dio una oportunidad superior de conducir un grupo de personas, finalmente se vieron obligados a reconocer que el ingrediente que pensaron era posible pasar por alto justamente había resultado ser el más imprescindible. ¡Cuántas veces escuché las palabras “Si tan solo…”!

Ampliemos, entonces, nuestra definición para que incluya todas estas características importantes. Los líderes eficaces son aquellos cuya influencia inspiradora impulsa a otros a seguirlos.
Si bien su estilo, nivel de inteligencia, método de motivación y participación personal en las tareas puede diferir ampliamente, las personas de mayor éxito tienen el mismo rasgo: la habilidad de llevarse bien con los demás.


Tomado de “Comienza ya”, por Charles R. Swindoll, Editorial Vida

Por Charles R. Swindoll