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Hoy es el día para comenzar de nuevo

El presentador anunció que, con el respaldo de los anunciadores, en adelante los participantes tendrían una nueva oportunidad. Para facilitares su reincorporación a la vida normal, se les proveyó de un empleo, de sustento económico y de un lugar donde vivir. En un mes deberían estar nuevamente en escena.

 

Como es apenas natural para muchos aquél tiempo se tornó eterno y estuvieron atentos al momento en que, en la pantalla, aparecerían los invitados. Sólo llegaron dos. El farmacodependiente no volvió. Los productores explicaron que tres días después, con el dinero que le suministraron, regresó a los bajos mundos.

 

El apostador gastó en las barajas hasta el último peso del dinero que le pagaron en su trabajo como despachador de mercancías en un almacén y el mendigo, contrario a quienes en el pasado habían compartido igual situación, decidió cambiar.

 

Ahora lucía afeitado, bien vestido, con un rostro optimista, y aunque su vocabulario seguía siendo fruto del marginamiento, revelaba que había aprovechado el tiempo y los recursos. Tenía planes. Incluso mencionó la posibilidad de establecer una familia…

 

Todos tenemos una nueva oportunidad

 

La historia es real. Tomada de un programa televisivo que se transmite en Norteamérica y que desencadenó opiniones encontradas. Unas a favor. Otras en contra. Los tres protagonistas tuvieron la misma oportunidad. Sólo uno de ellos la aprovechó.

 

Ahora póngase en su lugar. Usted y yo al igual que las tres personas del relato, estamos frente a una decisión: aprovechar o dejar de lado la oportunidad que nos ofrece el Señor Jesucristo. Es la opción de cambiar y emprender una nueva vida.

 

…No importa que hayamos hecho en el pasado. Todo cambia a partir del momento en el que aceptamos su perdón y abrimos las puertas a una nueva existencia.

 

¿Cómo estamos aprovechando nuestra existencia?

 

La posibilidad de reemprender un nuevo camino está ilustrada en la parábola que compartió el Señor Jesús acerca del propietario de un plantío. Entonces les contó esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo, pero cuando fue a buscar fruto en ella, no encontró nada.” (Lucas 13:6. Nueva Versión Internacional).

 

            Esa higuera somos usted y yo. La diferencia radica en la forma como hayamos invertido hasta el momento nuestra existencia. Tal vez perdimos el tiempo viviendo disipadamente. En tal caso no tendríamos fruto. O es probable que hayamos dejado entre quienes nos rodean huellas positivas: Un buen trato, apoyo, edificación personal y espiritual… En tal caso sí habríamos dado fruto.

 

Cada minuto cuenta

 

Si proseguimos analizando el relato, encontraremos algo sumamente interesante: la necesidad de aprovechar bien cada instante, en la certeza de que debemos responder no solo por las actuaciones sino por la forma como invertimos la vida.

 

Así que le dijo al viñador: ‘Mira, ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no he encontrado nada. ¡Córtala! ¿Para qué ha de ocupar terreno?’”(versículo 7. Nueva Versión Internacional).

 

            Aproveche la oportunidad

 

La parábola del Señor Jesús concluye de una manera significativa: “‘Señor –le contestó el viñador–, déjela todavía por un año más, para que yo pueda cavar a su alrededor y echarle abono.  Así tal vez en adelante dé fruto; si no, córtela.’ « (versículos 8 y 9. Nueva Versión Internacional).

 

Todas las personas tenemos iguales oportunidades de cambiar. Muy similar a la ilustración que leímos al comienzo. Hay quienes aprovechan esa posibilidad. Pero también quienes la desechan.

 

Tenemos dos derechos inalienables. El primero, a equivocarnos. Nadie está exento de fallar, y usted tampoco. El segundo, a corregir el error y a comenzar de nuevo. Nunca es tarde para que cambie. Es posible.

 

Es cierto que no lo logrará en sus fuerzas ni con buenas intenciones. Es necesario tener la ayuda de la fuerza divina que nos permita modificar los patrones de pensamiento y de conducta que hemos tenido por años.

 

El Señor Jesús quiere ayudarle en ese proceso de transformación. Basta que abra su corazón y le permita obrar poderosamente. Si lo hace, sus días serán diferentes a partir de hoy.

 

¿Cómo recibirle en nuestro ser? Es sencillo. Dígale: “Señor Jesús, gracias por perdonar mis pecados en la cruz. Cambia mi vida. Entra a mi corazón. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”.

 

Si tomó esa determinación, lo felicito. Su vida no será igual. Ahora le sugiero tres cosas. La primera, que haga de la oración un hábito diario. La segunda, que conozca más de la voluntad de Dios mediante la lectura de la Biblia. Y la tercera, que comience a congregarse en una iglesia cristiana.

 

Ps. Fernando Alexis Jiménez