No se lo pierda
Home » Crecimiento » Había dos árboles en un jardín

Había dos árboles en un jardín

Sabemos que en el N.T. el Arbol de la Vida está manifestado en la vida y persona de nuestro Señor Jesucristo. El árbol de la ciencia del bien y del mal se manifiesta, a su vez, en las personas cuyos estilos de vida es caracterizado por un sistema de valores gobernado por la desobediencia y rebeldía hacia Dios.

Una imagen debe estar clara en nuestra mente: cada día de nuestra existencia tendremos que decidir a «cuál árbol nos acercaremos» a buscar alimento. Al principio, Adán y Eva tuvieron que decidir de dónde vendría su alimento. Hoy, tú y yo tenemos que hacer lo mismo.

Alimentarnos del «Árbol de la Vida» representa caminar en las huellas de nuestro Maestro. En esta esfera de acción fluye libremente el poder y la gracia del Espíritu Santo. Aquí hay perdón, hay libertad, gozo, paz. No llevamos un expediente de cada persona donde escribimos lo bueno y lo malo que nos hacen. Este estilo de vida está claramente representado en la comunión que tenía la primera pareja con Dios, entre ellos mismos y consigo mismos antes de caer en pecado. Corrían juntos, no había rencores, resentimientos, todo era VIDA.

No podemos negar que en nuestro diario vivir acontecen situaciones que nos afectan adversamente, que nos hieren, y es en esos momentos cuando tenemos que decidir a cual «árbol» nos acercaremos. Es ahí cuando es vital que nos acerquemos al «árbol de la vida» y no al «árbol de la ciencia del bien y del mal.»

Si vamos al primero, nuestra vida será fortalecida para perdonar, para caminar la segunda milla, para poner la otra mejilla. Si vamos al segundo «árbol», cuando alguien nos golpee, nuestra mente comenzará a evaluar conforme a lo bueno y lo malo y, sin lugar a dudas, encontraremos los argumentos necesarios para tener todas las razones del mundo e iniciar nuestro contraataque. En ese mismo instante nuestra alma se verá inundada con amargura y resentimiento que vive toda persona que se alimenta de este venenoso «árbol.» Entonces comenzaremos a auto-percibirnos como los instrumentos de Dios para corregir y, si es necesario, atropellar a aquél que ha actuado conforme a nuestros criterios de lo bueno o lo malo. No olvidemos que es a la «sombra de estos dos árboles» donde se toman todas nuestras decisiones.

Se ha preguntado alguna vez, ¿por qué adoramos a Dios? ¿Por qué oramos? ¿Por qué estudiamos la Biblia? ¿Por qué nos congregamos? ¿Por qué perdonamos? ¿Por qué devolvemos los diezmos y ofrendas a Dios? Hacemos estas cosas porque estimulan la vida en nosotros y en las personas que nos rodean.

¿Por qué evitamos el resentimiento? ¿Por qué evitamos la amargura? ¿Por qué evitamos el odio? ¿Por qué evitamos la envidia? ¿Por qué evitamos la pornografía? ¿Por qué evitamos el uso y abuso de las drogas? Evitamos estas cosas y muchas más porque promueven la muerte en nosotros y en las personas que nos rodean.

Nuestras decisiones deben ser estimuladas, guiadas por todo aquello que promueve la vida y, no la muerte. Tenemos que mantenernos alejados del sistema y estilo de vida que anda evaluando y enjuiciando en base a lo bueno y lo malo y, no en base a lo que da vida o muerte. Si usted se convierte en un experto de las cosas buenas, morirá. Si se convierte en un experto de las cosas malas, igualmente, morirá. El resultado es el mismo. Por el contrario, si usted es un experto en las cosas que promueven y mantienen la vida, la inocencia, un corazón puro, cómo vivir para Jesús sin importar qué suceda, entonces usted está viviendo a «la sombra del árbol de la vida», o sea Jesucristo, y el mundo lo sabrá y lo notará. Sabrá que usted camina en VIDA y no en MUERTE.

Si usted escoge la vida, entonces caminará en la libertad genuina del Espíritu Santo. Vivirá bendecido y bendiciendo. Libre de amarguras, de juicios, de culpas, de vergüenzas, libre de todas aquellas cosas que le impedirían amar a su prójimo.

Viene a mi mente el caso de la mujer adúltera que aparece relatado en San Juan 8:1-11. Hay allí un grupo de personas que son expertas en el bien y el mal. Son eruditos de la palabra, pero viven promoviendo la muerte. Muchas veces me he preguntado, ¿cómo es posible que existan personas tan capaces, estar técnicamente correctos con la palabra y no conocer nada acerca del «árbol de la vida.»?

Fíjese en el gigantesco contraste que se aprecia a simple vista entre estas personas y Jesucristo. Nuestro Maestro enseña «sentado bajo la sombra del árbol de la vida.» La intención de Cristo no era matar a esta mujer, era todo lo contrario.

ÉL, deseaba restaurarla a través del perdón. Así ella se iría llena de vida, de vida nueva. Aquí encontramos a Jesús amando, perdonando, sanando, salvando, confiando en el Padre y haciendo Su voluntad. Aquí se vive y se camina en el poder de Dios y en el fruto del Espíritu Santo.

Pero, todavía nos resta aceptar la triste realidad de aquellos «expertos.» Estas personas nos obligan a notar que cuando la Biblia se lee desde la perspectiva y motivaciones equivocadas nos podemos convertir en legalistas enjuiciadores que pueden llegar a odiar a toda aquella persona que no piensa, habla o actúa como yo. Esto, poco a poco nos puede llevar a juntarnos con otras personas que se asemejan a nuestra forma de ser y, eventualmente formaremos nuestro propio grupo de expertos en el «bien y el mal.»

Este tipo de personas son las que utilizan la palabra como una horrible arma de guerra que sólo sirve para destruir y matar. Pero, usted amado/a lector/a, sabe que la Palabra de Dios existe para dar vida, vida a la sombra de un árbol donde tenemos un encuentro continuo con nuestro Señor: esto es a los pies de la Cruz.

Toda persona vive diariamente ante la encrucijada donde tiene que decidir a qué «árbol» se acercará para alimentar su vida. Si en este momento usted vive experimentando amargura, resentimientos, humillación, orgullo, auto-estima baja, ira, odio, etc., probablemente es porque ha estado alimentándose de este venenoso «árbol de la ciencia del bien y del mal.» Pero ya no tiene que seguir así, Cristo nos exhorta a venir a Él. Dejemos que las poderosas corrientes del Espíritu Santo nos arrastren hasta la maravillosa presencia de nuestro Dios. ¿Se acuerda de la mujer llevada hasta Jesús por los expertos en la ley? Cristo la recibió para darle vida. Hagamos nosotros/as lo que Cristo hizo y no lo que los «expertos» hicieron. Hagamos con nuestro prójimo como Cristo hizo, perdonemos y amemos al que Dios pone en nuestro camino. Llevemos VIDA.

Rev. Ismael González-Silva

Iglesia Presbiteriana en Glenview

Ponce, Puerto Rico

E-Mail: [email protected]