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GIGANTES Y LANGOSTAS

Mas los varones que subieron con él, dijeron : No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido diciendo: es tierra que traga a sus moradores: y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos”.
La cosa más impactante de sus comentarios fue que a ellos mismos les parecía que eran como langostas ante el pueblo de Canaán. Asimismo, enfatizó que les parecerían como langostas al pueblo de Canaán. Es natural que el autor y el pueblo que ven a sí mismos como langostas no puedan conquistar la tierra de Canaán en la que habitan gigantes. Dios no podía usar estas personas para conquistar la tierra que ellos habían reconocido, como tampoco bendecirles.

Hoy en día contamos muchas personas que ven a sí mismos como langostas. Para esas personas es imposible tener éxito y bendición. No es importante cómo mis enemigos me vean. Pero es muy importante cómo yo me veo. ¿Cómo puede uno que ve a sí mismo como una langosta conquistar enemigos que son como gigantes, y avanzar?

En primer lugar, nosotros que tenemos a Jesús no debemos ver a nosotros mismos como un hombre sujeto a la carne del pasado. El hombre de la carne del pasado es como una langosta si se compara con el gigante que es nuestro enemigo, el diablo del mundo. Originalmente el hombre no fue creado como una langosta sino como gigante, un ser espiritual.

Génesis 2:7 dice “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” El hombre no fue creado sólo de material sino también con un espíritu que es gigante. La langosta no es el espíritu sino la carne. El hombre era el señor del mundo mientras el espíritu se comunicaba con Dios.

Génesis 1:26-28 dice “Entonces dijo Dios : Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza : y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó ; varón y hembra los creó . Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” El homre era gigante que fue creado a la imagen y la semejanza de Dios, y como un dominador que enseñoreara la tierra, el mar y todas las cosas.

¿Cómo dicho hombre puede ser langosta? Pero el espíritu murió cuando el hombre traicionó a Dios y se degeneró. Luego, perdió la soberanía dominativa y al instante se convirtió en langosta. Como la comunicación con Dios se cortó, la ansiedad y el terror ocuparon su corazón y se convirtió en esclavo de todas esas cosas. La tierra fue maldecida y comieron con dolor, y el sudor no se apartó de su vida. El hombre se conviertió en esclavo de la muerte, de la enfermedad, y se debilitó; en fin, no podía menos que morirse. La ansiedad y el terror de la vida, el dolor y la fatiga de la vida, todas estas cosas se lanzaron sobre la vida del hombre como un gigante. Si se compara con un gigante, el hombre mismo es simplemente una langosta, un ser miserable. El hombre que era gigante se había convertido en langosta. Cuando ve a sí mismo como persona sin poder y sin fuerza, no podía tener éxito en su vida.

Todas las personas de hoy en día se adimiten a sí mismos, en su corazón como langostas, llenos de la fatiga de la vida, de dolor, de maldición, de enfermedad y del diablo, así como los israelitas pensaban que eran como langostas ante los gigantes de Canaán. Pero lo que debemos saber es que originalmente Dios no creó al hombre como la langosta. El espíritu obedeció a la carne y el hombre se convirtió en langosta, a consecuencia de la traición a Dios, el hombre se degeneró.

En segundo lugar, nosotros que tenemos la salvación en Cristo, de nuevo nos hemos convertido en gigantes por hacer revivir el espíritu.

II Corintios 5:16-17 dice “ De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aún si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron: he aquí todas son hechas nuevas”. Así que pasó el hombre que era como langosta degenerada de las cosas viejas. El hombre del pasado está muerto, y crucificados juntamente con Cristo. En Gálatas 2:20 dice “ Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. El hombre sin poder como langosta degenerada fue muerto crucificado juntamente con Cristo. Y ahora Jesucristo vive en nosotros. Según la Biblia, los hemos vencido; porque mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo. El diablo y el pecado, el sentimiento de rechazado, enfermedad y tristeza, dolor, maldición y pobreza y la muerte que llega a nuestra vida para robar, matar y destruir, como gigante, mas ahora todas estas cosas ya no pueden dominarnos. ¿Por qué? Antes habíamos estados en la carne, la cual nos dominaba pero ahora la carne ha sido muerta y sepultada juntamente con Cristo, y contamos una nueva vida, un nuevo espíritu en Cristo como gigantes. Cristo está dentro de nosotros. El que tiene a Jesús y vive con Jesús, tiene todo el poder sobre el cielo y la tierra y se enseñorea sobre todas las cosas, ya no es langosta sino gigante.

Por eso en Romanos 5:17 dice “Pues si por la trangresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno sólo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. No es esclavo, mas volvió a nacer como rey. No es langosta sino gigante. No es esclavo del destino sino dominador. Usted y yo tenemos que saber que hemos sido creados nuevamente en Cristo como rey que domina la circunstancia y no como siervo de ella. Así nos hemos hecho gigantes que tomamos el papel de rey en el perdón y la justicia. Nos hemos hecho gigantes llenos del Espíritu Santo por la reconciliación y gracia. Hemos sido gigantes, llenos de vitalidad por la alegría y la sanidad. Hemos sido librados de la maldición y somos gigantes que tenemos la bendición de Abraham. Nos hemos hecho gigantes que hemos conseguido el cielo y la vida eterna. Por eso el que ve a sí mismo como langosta es un ser miserable.

Los israelitas llegaron a Cades-barnea, la entrada para la tierra de Canaán, donde podían ocupar la tierra que fluye leche y miel, si solo hubieran dependido de Dios, pero se vieron pronto a sí mismos como langostas. No podían menos que sentirse frustrados, desesperados y deseosos de volver atrás, ya que se han visto a sí mismos como langostas. ¿Cómo pueden las langostas conquistar gigantes? Así que se habían vuelto atrás todos ellos.

También nosotros somos así. ¿Cómo nos vemos a nosotros mismos? La respuesta conduce nuestro destino y futuro. Puesto que nos vemos a nosotros mismos como langostas, no podemos menos que volver atrás. Decimos “No lo hago bien, No me sale bien, No puedo”. Pero si sabemos que nos hemos hecho gigantes con Cristo, por ser muerto el hombre viejo en Cristo, nació nuevamente como un hombre espiritual y dominador, lograremos no temer el destino y la circunstancia. Por lo tanto tenemos que reconocer verdaderamente que lo que tiene no es una religión, sino un verdadero cambio por la gracia del Señor mediante su cruz. Si no sabe que ocurrió un gran cambio en su vida, él seguirá como una langosta que alcanzó una religión y no podrá ocupa la tierra de Canaán.

En tecer lugar, tenemos que grabar profundamente lo que dice la Biblia de manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne. Antes de creer en Jesús, toda la gente era una carne perversa. Pero después de creer en él, no debemos ver a nadie sugún la carne. Ustedes y yo no somos la carne. Aquellos que están en el mundo son la carne porque sus espíritus están muertos. Viven conforme a los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, y siguen los deseos de la carne. Pero ya no estamos sujetos a la carne. Hemos vueltos a nacer de nuevo, por lo tanto somos seres espirituales que estamos llenos del Espíritu Santo. Los seres espirituales siempre son los dominadores. Cuando Adán y Eva eran seres espirituales, se enseñorearon bien sobre todas las cosas. Pero desde que fueron obedientes a la carne, se le quitaron todas las autoridades que tenían antes. Por lo tanto no debemos conocernos a nosotros según la carne en lo absoluto. Pues, ¿Qué determinación debemos tomar en nuestro corazón?

Que soy esclavo del pecado que no puedo vencer al pecado. ¡Qué se puede hacer con el pecado! Por eso peco y aunque quiere mi corazón, la carne es débil. Son pensamientos de langosta. Mas ahora nosotoros tenemos pensamientos de gigante, porque estamos libre de la ley del pecado y la muerte en Jesucristo. Por lo tanto, si confrontamos con el pecado en el nombre de Jesús, él huirá por siete caminos después de haber venido en un camino. No somos langostas que hemos sido conquistados por el pecado sino gigantes que lo hemos vencido. Así que tenemos que estar llenos de pensamientos de gigante en nuestro corazón. No debemos pensar que estamos abandonados. Aunque en el mundo hay demasiadas frsutraciones, hay mucho sufrimiento y la situación económica está cada día peor; por los cuales llegan sentimientos de abandono, aún así no debemos pensar así. Debemos saber que no somos langostas abandonadas porque Jesús está con nosotros, El Espíritu Santo mora en nosotros, y el Dios que creó el cielo y la tierra es nuestro Padre. Al pensar que están abandonados los conducirá a pensamientos de langosta. No estamos abandonados. Aunque no pueda ver testimonio con sus ojos, ni escuche nada con sus oídos, ni halle algo en sus manos y ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque el Señor estará con usted; su vara y su cayado le infundirán aliento. Por eso no estamos abandonados. En lo absoluto. No somos un ser triste, ni enfermo. No diga “No tengo alegría en mí y no estoy feliz. Siempre estoy triste, enfermo y estoy en una situación horrible”. No piense de esta manera, porque estos son pensamientos de langosta. Las langostas piensan así, mas no así los gigantes. Estamos libres de la tristeza y de la enfermedad por medio de Jesucristo, porque Jesús tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades. Cristo es mi alegría, mi plenitud, y mi salud. Tenemos avanzar creyéndolo. No debemos pensar que somos maldecidos, ni fracasados.

Mientras estamos en este mundo para vivir, puede que caigamos en la tentación o en la dificultad. Tal vez su negocio que no le vaya muy bien, o pierda crédito. Pero no es el fin de nuestra vida. Si lo ve y vuelve atrás teniendo miedo, esa es la persona que tiene pensamientos de langosta.A pesar de que estos enemigos nos rodee, Dios es mayor que todos ellos y él está con nosotros. Jesús es el hijo de Dios que mora en nosotros, el Espíritu Santo nos ayuda y nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros, para que en él la bendición de Abraham nos alcanzase. Si avanzamos por fe, el destino y la circunstancia puede ser conquistada y cambiada. Por lo tanto no debemos volver atrás aprobando, aceptando y desilusionándose por haber ocurrido tal cosa negativa ante nuestros ojos en el presente. Tenemos que tener fe de que podemos vencer a todos los enemigos y avanzar no como langostas sino como gigantes, alzando nuestros ojos y mirando la cruz. No debemos temblar ante la muerte aunque estemos desesperados hasta morir. Debemos mirar al nuevo cielo, la nueva tierra y la nueva Jerusalem que ha preparado el Señor para nosotros más allá de la muerte. Así que sabiendo que Dios nos da la bienvenida y se alegra por nosotros, no debemos mirar y aceptar la muerte angustiándonos en la desesperación de la muerte. Si pensamos, hablamos y escuchamos estas cosas negativas, seguramente fracasaremos. Esta es la razón por la que debemos hacernos gigantes. Los pensamientos de langosta tienen que convertirse en los de gigantes. La razón por la que los israelitas no pudieron entrar a Canaán donde fluye leche y miel fue por los pensamientos de langosta. Estos pensamientos de langostas lo tuvieron no sólo 10 de 12 espías sino también todo el pueblo que escucharon sus palabras y se convertieron en langostas ante gigantes y se volvieron atrás. Por eso, los que se dirigen por los pensamientos de langosta son abandonados y maldecidos por Dios.

Debemos saber que nosotros somos una nueva criatura. El hombre viejo murió, fue sepultado y resucitó un ser nuevo en Cristo. Debemos vernos siempre a nosotros mismos, hechos nuevos, ya en mi vida pasó el período de langosta. Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas. Por tanto, debe vivir con pensamientos nuevos, con los de gigante. En Cristo tenga pensamientos de gigantes; porque somos una nueva criatura según la Biblia. Como son hechas nuevas, debemos pensar, hablar y actuar según como una nueva criatura. ¿Por qué pensamos, hablamos y actuamos según las cosas viejas? Tenemos que pensar, hablar de cosas nuevas, cantar canciones nuevas, y vivir la nueva vida. Por lo tanto, para adorar a Dios, debemos aceptar que él está con nosoros. “Bendice, alma mía a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. El que perdona todas tus iniquidades. El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo de tu vida, y el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila”. Por eso soy una persona como el águila que disfruta de triple bendición porque Dios Padre está conmigo. Soy gigante. La gracia de Dios, el perdón del pecado, la sanidad y la bendición están siempre conmigo, de modo que no soy langosta sino áquila. Nosotros debemos reconocer constantemente en nuestro corazón esta verdad.

Y cada día tenemos que reconocer y aceptar que hemos sido cambiados perfectamente en Jesucristo. No puede ser que no seamos transformados nuevamente, porque hemos sido muertos, sepultados y resucitados juntamente con Cristo. Es verdad que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Cristo. Por eso se ha crucificado el hombre del pecado, sentimiento de abandono, esclavo de la tristeza y la enfermedad, de la maldición y la pobreza, y de la muerte y el infierno eteno. Y al resucirar después de haber muerto y sepultado, hemos vuelto a nacer como una nueva criatura en Criso. Oro por ustedes para que tengan acciones nuevas, palabras nuevas y pensamientos nuevos.

Así que ustedes mismos tienen que admitir que son justo perdonado ante Dios. Tienen que admitir que está recibiendo el amor de Dios y que el Espíritu Santo mora en usted, y dar gracias. Declare “No tengo nada que ver con la tristeza. Cristo es mi alegría. Soy librado de las enfermedades, la debilidad y el dolor. Soy librado de la maldición y la pobreza y tengo libertad. No tengo nada que ver con la muerte y es mío el cielo eterno”. El Evagelio de salvación, la plenitud del Espíritu Santo, la sanidad, la bendición y el advenimiento que llamamos “Los Cinco Evangelio”, en el cual tengo que pensar, hablar y confesar con la boca. ¡Cuántos enemigos quieren arrebatarnos! El enemigo diablo viene, quiere quitar nuestro pensamiento de “Los Cinco Evangelio” y “La Triple Bendición”(3 Juan 1:2) y mete en nosotros pensamientos de langosta, y se esfuerza en que perdamos la tierra prometida, Canaán que Dios nos ha dado.

Todas las cosas tienen origen en nuestro corazón. Por tanto tenemos lo siguiente : Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. Si entran pensamientos de langosta en el corazón, uno fracasa en todo. De lo contrario si hay en nuestro corazón pensamiento de gigiante espiritual como una nueva criatura; tales como pensamiento positivo, creativo y eficaz, podrá avanzar creyendo aunque no vea ningún testimonio a los ojos, no escuche nada a los oídos y no tenga nada en las manos; porque el gigante pisa toda la circunstancia y el destino, y podemos avanzar venciendo.

Por eso ustedes son gigantes nacidos de nuevo en Jesús; como si eso fuera poco, el Espíritu de Dios está con nosotros y brindando su ayuda. Ha venido el Espíritu Santo sin dejarnos como huérfanos, siempre está con nosotros y es enviado por Dios para ayudarnos. Por lo tanto si lo aceptamos, le damos la bienvenida, le recibimos, y avanzamos dependiendo de él, nos ayudará con la unción del poder del Espíritu Santo.

Y si tenemos sueños por el Espíritu Santo, podemos pensar que el día de mañana será mejor que hoy, el próximo mes mejor que este mes y el año entrante mejor que este año. El individuo y el pueblo que no tiene este sueño fracasa. Si nosotros los coreanos abrazamos Corea del Norte por la gracia y la bendición de Dios, salvamos a los hermanos norcoreanos y tenemos sueño de reunificación entre el Sur y el Norte, y nos unimos, Kim Jeong-il no podrá invadirnos de ninguna manera. Si perdemos este sueño, seguiremos divididos. Seguiremos desilusionados y estaremos llenos de pensamientos de langosta y de la conciencia del fracaso, y él abrirá miles de puertas de cañones y nos hará polvo. Pero mientras tenemos pensamientos de gigante en nuestro corazón, sueños y fe de que nadie nos podrá tocar, estaremos confiados.

También tenemos la oración, la fe y la alabanza. Tenemos que orar siempre a Dios, si está en dificultad, siempre dé gracias a él y viva alabándolo. Según la Biblia dice:

“Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre”. Cuanto más damos gracias, la puerta de Jesucristo se extiende más y cuánto más podemos alabarle, entraremos por sus atrios y le veremos. Por eso no debe salir de nuestra boca palabras de resentimiento, queja, lamentación, palabras dolorosas sino debemos rebosarnos de gracias y alabanza en nuestro corazón. Cuando rebosamos de gracias y alabanza, la puerta del cielo se abrirá, y entraremos en su palacio y podremos vivir con él.

En Hebreos 10:38 dice “Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma”. Aunque los que tenían pensamientos de langosta querían regresar a Egipto, Josué y Caleb tenían pensamientos de gigante y declararon “Entremos porque Dios está con nosotros. La tierra es nuestra. El dueño de la cual se ha marchado. Es la que fluye leche y miel. ¡Vamos!” Son personas que tienen pensamientos de gigante, quienes entraron a la tierra prometida; sin embargo, los que tenían pensamientos de langosta retrocedieron y murieron en el desierto. La razón por la que Jesús fue crucificado es para darnos, a usted y a mí, al pueblo elegido espiritualmente, la tierra de Canaán que fluye leche y miel. Nuestro Canaán está bajo la cruz. Jesús tomó la maldición del desierto en la cruz y logró la tierra Canaán para la humanidad que sufría en el desierto desde Adán.

En Números 13:30 dice “Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”. Así nosotros también si tenemos pensamientos de gigante y nos presentamos a la cruz por medio de la oración, podemos ocupar la tierra que nos ha dado.

En Números 14:8 dice “Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel”. En verdad hay tierra que fluye leche y miel bajo la cruz. En la cual fluye leche y miel, del perdón, del amor y del Espíritu Santo, del gozo y la sanidad, la prosperidad de la bendición de Abraham, la vida eterna y la bendición.

Hoy en día la gente del mundo no ve la tierra de Canaán. Pero si ellos alzaran sus ojos y mirare a la cruz, ahí está la tierra Canaán que fluye leche y mie, que logró Jesús al destruir su cuerpo y derramar toda su sangre. Pero el que tiene pensamientos de langosta no podrá entrar ahí. El que piensa que “no lo hago bien, no me sale bien, no puedo y soy incapaz” y si retrocede, no podrá entrar a esta tierra prometida. Pero el que conoce a Dios y sabe que es un ser justificado en Cristo lo arrebatará por fe. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.(Mateo 11:12) Si lo arrebatamos por fe todos nosotros podemos tener a Canaán. Cuando nos vemos a nosotros mismos como langosta, los enemigos nos menosprecian más. Pero cuando nos vemos a nosotros mismos que nos hemos hecho gigantes en el Señor, nuestro destino y circunstancia se arrodillan ante nosotros.

Acuérdense de la palabra en Números 14:9. “Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis”. Sólo podrán ocupar la tierra de Canaán en la que fluye leche y miel, si ustedes avanzan creyendo en Jesús porque Jehová está con ustedes. El Señor les permite la bendición de que sean prosperados en todas las cosas, tengan salud, prospere su alma y reciban el Espíritu Santo abundantemente.

Oración:

¡Dios Padre Todopoderoso y Santo! Muchas personas son langostas en su corazón. Están diciendo que no pueden entrar a la tierra que fluye leche y miel porque no tienen fuerza y sólo están mirando. ¡Dios Padre Nuestro! Aunque Adán fue creado como gigante y se hizo langosta, cuando nacimos de nuevo en Jesucristo nos hemos vuelto gigantes. Padre, ayúdanos a tener sueños de gigante, fe de gigante, pensamientos de gigante, palabras de gigante. Ayúdanos a actuar como gigantes. Ayúdanos a que no haya ni una persona que tenga pensamientos de langosta entre nosotros, al contrario, ocupar la tierra de Canaán como Josué y Caleb, y a ocupar la tierra de “Los Cinco Evangelio y Triple Bendición” donde fluye leche y miel orando bajo la cruz y avanzando por fe. Oramos en el nombre de Jesús. Amén.

Oración para sanidad:

¡Dios Padre Todopoderoso! Oro ante ti. ¡Padre Nuestro! Todo tu pueblo se ha hecho gigante en Cristo. Ahora el diablo es langosta y la enfermedad también. La maldición igualmente es langosta. Lo confrontamos en el nombre de Jesús. Te ordeno en el nombre de Jesús de Nazaret, toda enfermedad y dolor, ¡fuera!. Fuera, la pobreza, la maldición y la tristeza! Dios Padre, gracias por habernos hecho gigantes en Cristo. Oramos en el nombre de Jesús como gigantes en la fe, bendícenos con el Espíritu Santo y ayúdanos a estar librados de toda la enfermedad y toda la maldición. Llénanos de la bendición de Abraham. Dios Padre Nuestro, ayúdanos para que hoy se manifiesten milagros y prodigios del Padre para que prospere nuestra alma, seamos prosperado en todas las cosas y tengamos salud y vida en abundancia. Oh, el Consolador Espíritu Santo, que te muevas ahora entre nosotros como viento, fuego y agua viva, y haznos un gran milagro! Oramos en el nombre de Jesús. Amén.