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ESCUDRIÑAD LAS ESCRITURAS

¿No estaba todo lo que hacían rodeado de la ley? ¿No habían hecho de ella la llamada tradición de los ancianos? ¿Por qué entonces Jesús les mandó a escudriñar las Escrituras? ¿Estaría el Señor poniendo una separación entre la falta del estudio diligente y la necesidad de escudriñarla de una manera distinta? Una traducción más exacta de este texto pareciera decirnos, como sigue: “Escudriñáis las Escrituras pensando tener la vida eterna”. Con esta traducción podemos ver la intención de aquel pueblo cuando se acercaba a las Escrituras. Los judíos que retornaron de la diáspora se dedicaron a estudiar las escrituras más para contar sus palabras y las sílabas, que para penetrar en su sentido real y espiritual. Ellos habían llegado a pensar que por el sólo hecho de “escudriñar” ya obtenían la vida eterna. ¿Cuál fue el propósito de esta exhortación por parte del Señor? Lo que Jesús está diciéndoles a los «estudiosos» judíos, es que la lectura apresurada de las Escrituras es de poco provecho. Uno puede leer toda la Biblia, y no ver sin embargo su belleza ni comprender su significado profundo y oculto. Abramos nuestro corazón para que el mensaje de hoy despierte en nosotros el deseo que tuvieron los hermanos de Berea, quienes no se conformaron con lo que Pablo les dijo sino “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hch. 17:11b) Hay un gran beneficio al escudriñar sabiamente las escrituras. Jesús destacó la importancia del estudio de la Biblia para bendición del alma.

I. EL TEXTO NOS PRESENTA UN IMPERATIVO NECESARIO
Jesús exhortó al estudio sincero de la palabra de Dios. El contexto del pasaje nos habla de los testigos que declararon por qué el fue el «esperado por todas las naciones». Juan el Bautista fue un testigo ocular. Él lo tocó y lo palpó al momento de bautizarlo. Fue él quien dijo que después de él venía uno a quien no era “digno de desatar los calzados de sus pies” (Jn. 1:27). Él dio testimonio diciendo que el Mesías prometido “bautizaría con Espíritu Santo y fuego” v.33 El testimonio de Juan fue un gran acierto, especialmente para los incrédulos judíos que cegados por sus prejuicios negaban que Jesús fuera el Cristo. A estas alturas, Jesús pareciera ir en un orden ascendente cuando va hablando de los testigos que hablan claramente de él y su ministerio. Él destacó que sus propias obras se constituyen en “mayor testimonio que el de Juan” 5:36. Sus obras, como alguien dijo, son evidencias que exigen un veredicto. En el tercer orden, Jesús habla del testimonio de su Padre v. 37. Ese sería como el testimonio supremo. Nadie hablaría mejor de él que Aquel a quien Jesús vino a dar a conocer. Las obras que él hizo fueron encomendadas por su Padre. El no hizo ninguna cosa que no respondiera al plan divino. Fue Nicodemo quien calificó a Cristo y sus obras, cuando dijo: “nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (Jn. 3:2b) Pero Jesús va más allá y dice que hay otro gran testigo de él. El cuarto testigo que él menciona son las Escrituras y ellas deben ser tomadas en cuenta como verdadera fuente para oír lo relacionado al plan divino. “Escudriñad las Escrituras” es un imperativo al que Jesús espera nuestra dedicación En la vida, y dependiendo del grado de interés que tengamos en algo, somos muy dados a escudriñar diligentemente. Hay una filosofía que parece decir “si me gusta y me conviene, lo persigo hasta encontrarlo”. Así, pues, hay asuntos donde nos identificamos con plenitud porque es lo que nos gusta y nos satisface. ¿Por qué las Escrituras no siempre son ese asunto que nos gusta buscar con diligencia? ¿Por qué no somos tan dados a escudriñarla de manera que seamos bendecido con su mensaje? La intención de este imperativo es el de ir más allá de una lectura para *****plir mi obligación. Es un llamado para dejar el mero estudio de la letra y descubrir el poder y la influencia que ella pudiera hacer en mi vida. Bien pudiéramos hacer de la Biblia una especie de talismán protector, que es puesta con alguna cruz encima de manera de alejar las malas influencias; o tener algunos salmos favoritos que son citados dependiendo la situación que estemos viviendo. He sabido de personas que todos los días riegan el patio de sus casas con cierto tipo de incienso, mientras van leyendo algún salmo favorito con el fin de echar fuera todos los espíritus perturbadores. Pero este imperativo no nos plantea eso. La Biblia debe ser leída con un corazón sediento y con un alma hambrienta hasta poder ser saciada. Ella es un tesoro escondido donde debemos ir para buscar el “oro” de la sabiduría, el “oro” de conocimiento, el “oro” de su demandas. Pero sobre, el “oro” de la voluntad de Dios. La vida cristiana no tendrá éxito si no *****plimos con este imperativo bíblico. El estudio personal y el estudio bíblico en grupo son algo donde mi interés debiera ser manifiesto. Este estudio no es menos importante que aquellos que hago para mejorar mi carrera profesional o para conseguir algún trabajo.

II. EL TEXTO NOS PRESENTA UN DESCUBRIMIENTO ASOMBROSO
En esta parte queremos analizar el objeto de nuestra búsqueda. Jesús presentó una de las revelaciones más completa respecto a dónde debemos encontrar la salvación. Por supuesto que el mundo jamás se pondrá de acuerdo sobre esto. Muchos son los que han formulado sus propios programas, seguidos de una serie de normas y requisitos para que el hombre sea salvo. Uno de los grandes éxitos del enemigo ha sido el hacer creer que cualquier “creencia” es válida para obtener la vida eterna. Pero note lo que dice el texto: “Escudriñad las Escrituras porque en ellas os parece que tenéis la vida eterna”. ¿Dónde se encuentra la vida eterna? ¿En la reencarnación que presenta el hinduismo, en el destino que han trazado los astros para cada uno, en los valores relativos que nos presenta la Nueva Era, o en las buenas obras de los moralistas? Jesús indicó que el sitio correcto para encontrar la salvación y la vida eterna está en las Escrituras. Las Escrituras nos aseguran un estado eterno y nos ofrecen una vida eterna. ¿De qué madera esto es cierto? Voy a referirme a tres textos que nos ayudan a captar esto. Uno lo que encontramos en Romanos 10:17, que dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. La palabra de Dios tiene el propósito de despertar en nosotros aquella fe que nos ayuda a conocer al Dios que en ella se revela. Sin esa fe, la Biblia será un buen libro para enriquecer nuestro intelecto, pero no para salvara nuestra alma. Otro texto lo encontramos en Hebreos 4:12. Este es uno de esos grandes versículos de la Biblia; vea lo que dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. En este texto encontramos el “gran quirófano divino”. La intención de la palabra es penetrar hasta las partes más recónditas de nuestro ser. Un bisturís podrá partir los huesos hasta ver los tuétanos, pero sólo la palabra de Dios podrá partir el alma y los pensamientos. Sólo la palabra de Dios podrá quebrantar un corazón endurecido. El otro texto nos los dejó Pedro en su primera carta, así leemos: “Siendo renacidos, no de cimiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P.1:23) El Espíritu Santo toma la palabra leída o predicada y la coloca en nuestros corazones y desde allí levanta una vida nueva. A un colportor bíblico le asaltaron a mano armada en un bosque en el corazón de Sicilia. Se le ordenó encender fuego y quemar los libros que llevaba. Cuando tuvo encendido el fuego pidió permiso para leer una porción de cada libro antes de quemarlo. De uno leyó el salmo 23. –Este es un buen libro; dámelo. No lo quemes –replicó otro. De otro leyó una parte del Sermón de la Montaña, de otro la parábola del buen Samaritano, y de otro la parábola del Hijo Pródigo; en cada caso con igual resultado. Por fin no quedó ningún libro en la cartera y ninguno había sido quemado. El colportor pudo continuar su viaje; pero sin sus libros. Años más tarde se encontró con uno de aquellos ladrones en una convención evangélica, pero ahora era un ministro ordenado. Los libros habían efectuado la transformación. La cosecha de la Biblia es la cosecha de vidas cambiadas en todas partes del mundo (tomado de Anécdotas, por Samuel Vila, pág. 459) Jesús lo dijo antes “en ella os parece que tenéis la vida eterna”

III. EL TEXTO NOS PRESENTA LA PERSONA QUE DEBE SER CONOCIDA El versículo termina diciendo, “y ellas son las que dan testimonio de mí”. La ceguera espiritual de los judíos, por reconocer al verdadero Mesías, fue única y notoria. El contexto inmediato al pasaje que estamos usando nos dice que Jesús había sanado a un paralítico que tenía treinta y ocho años postrado con esa enfermedad (Jn. 5:5) Semejante milagro tenía que llevar a los “estudiosos” de la ley a la conclusión que este hombre, a quienes llamaban Jesús, tenía que ser el Mesías prometido. En una ocasión unos de ellos, al ver las obras que Jesús hacía, le llevó a preguntarse si cuando el Mesías viniera, haría mayores obras que las que ellos estaban viendo ahora. Jesús puso a prueba la clase de lectura que ellos hacían respecto a la ley Moisés, el más venerado hombre entre ellos, al decirles que si en verdad ellos leyeran con profundidad la palabra, descubrirían todo lo que Moisés habló de él v.46 Y es que el propósito de las Escrituras es mostrarnos a Jesús. Se pudiera pensar que desde el Génesis hasta el Apocalipsis hay una vena que corre en su historia y donde quiere que se le corte se derramara sangre mesiánica. Cristo es el centro de las Escrituras. Es el *****plimiento de una inmensa simbología del Antiguo Testamento. Búsquelo en la vida de Abel, el hermano inocente, asesinado por Caín, símbolo de Satanás y lo va a encontrar. Búsquelo en el Arca de Noé como instrumento de salvación. Búsquelo en el sacrificio de Isaac por parte de su padre Abraham. Búsquelo en la vida de un José, el hermano más puro y santo del resto de los demás hijos de Jacob. Búsquelo en Moisés como libertador del pueblo de Egipto. Búsquelo en el «maná» del desierto y allí lo encontrará. Los salmos nos hablan de él como Rey, Mesías, Dios poderoso, perdonador de pecados. De él hablaron los profetas. Los judíos todavía no pueden encontrar una explicación adecuada para interpretar lo que Isaías dijo en su capítulo 9 y 53 de su libro. Cuando la Biblia habla de la luz, allí se puede ver a Jesús porque el dijo «Yo soy la luz del mundo». De igual manera cuando él habló del pan, del agua, de las ovejas, de la puerta, de la vid, del cordero. Él es en la perla de gran precio. Él es el principio y fin de todo, el Alfa y el Omega. Cristo es el tesoro escondido en todas las páginas de la Biblia. Él es el Verbo, la Palabra viviente que nos habla por medio de la Palabra escrita, a fin de que nosotros lo conozcamos y alcancemos vida eterna. En la última parte de su libro, el mismo Juan concluye con estas palabras: «Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo tengáis vida en su nombre» (S. Juan 20:31) La Biblia no tendría sentido si a través de ella no lográramos ver a Jesucristo. Como si se tratara del testigo más fiel, las Escrituras nos dicen que Jesucristo es el Mesías prometido, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado. Los judíos finalmente no vieron a Jesús en la Biblia. A mucha gente le sigue pasando lo mismo. Pero si tú la lees permitiendo que el amor y su gracia que hay en ella te toque, descubrirás al mismo Cristo hablando y llamándote para su salvación. Jesús vino al mundo salvarlo, y tú eres uno de los que él quiere salvar.

CONCLUSIÓN: Si Jesús exhortó a “Escudriñad las Escrituras” es porque a través de ella el hombre pueda llegar a conocer la verdadera felicidad. Al joven, el salmista de antaño preguntó: “¿Con qué limpiará el joven su camino?”, y la respuesta se orientó hacia la palabra misma, “con guardar tú palabra” (Sal. 119:9) Jesús habló de la necesidad de ir a la palabra, no solo para llenar el intelecto, pero sí para llenar el alma. Recomendó hacer de las Escrituras el estudio más diligente porque a “a vosotros os parece que en ella tenéis la vida eterna”, y porque “ellas son las que dan testimonio de mí”. Si usted no es salvo debe saber que la salvación la encuentra, no afuera, sino en la palabra misma. Si ya es un creyente, la exhortación es para estudiarla de una manera diligente. Hay un gran beneficio eterno en el estudio y la aplicación de la palabra de Dios en la vida.