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¿Eres predicador?¿Vives lo que predicas?

¿Cuánto tiempo pasó antes de que las gentes advirtieran a sus superiores sobre las actuaciones de este hombre? Dos meses, tal vez tres. No podían concebir que alguien a quien oían hablar maravillas de Jesucristo, pregonar el amor y anunciar el pronto regreso del Señor por su pueblo, fuera el mismo que en raptos de ira, protagonizaba escándalos que se escuchaban por toda la cuadra.

 

Cuando entraba en esos períodos de crisis, producto de la rabia, no medía sus palabras. Simplemente actuaba. ¡Qué diferente del hombre que todos los días salía con la Biblia bajo el brazo!….¡Era el copastor de la iglesia más cercana!.

 

Un enorme daño a la iglesia

 

Cuando los cristianos no somos coherentes con aquello que predicamos, el daño que generamos hacia la iglesia y en particular, la proclamación del evangelio transformador de Jesucristo es enorme.

 

Lo que decimos debe ser lo que hayamos tornado práctico en nuestras vidas. De lo contrario seremos únicamente buenos “conferencistas”. La Palabra de Dios primero debe impactar nuestra vida antes que la proclamemos desde un púlpito.

 

            El predicador es ejemplo a los demás

 

Leí hace poco acerca del verdadero líder. Un experto en el tema advertía que quien ejerce eficazmente el liderazgo no es aquél que dice “hagan” sino el que conjuga el verbo “hagamos”.

 

Pablo coincide con este principio al recomendarse asimismo como ejemplo para otros creyentes. Escribió: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros”. (Filipenses 3:17). Nadie que no sea coherente con lo que dice y hace, se atrevería a exhortar de la manera como lo hace el apóstol en el texto.

 

            Humildad y sencillez

 

            Aunque no significan lo mismo, la humildad y la sencillez son dos términos estrechamente ligados y deben formar parte de las actitudes de un predicador.

 

            El autor sagrado al referir el asunto del ejemplo lo une a un hecho de trascendencia: recomienda a los creyentes a tener una opinión equilibrada de si mismos, dejando de lado el convencimiento de ser superiores, para no caer en la vanagloria. Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.”(1 Corintios 4:6).

 

            Muchos pastores, obreros y líderes han sufrido tremendos reveses espirituales porque al crecer en Dios, a nivel personal y espiritual, cayeron en orgullo. Me llevan a recordar un artista del trapecio en un circo que estaba tan confiado en su pericia, que cierto día no verificó que las cuerdas estuvieran bien atadas. Su salto esa noche, frente a decenas de espectadores ¡casi le cuesta la vida!.

 

            Transparencia en las actuaciones

 

            Cierto día, con mi esposa, nos encontrábamos en un centro comercial. La persona que nos atendió, además de ser bastante amable, nos llevó ante la supervisora de ventas y pidió que se nos otorgara un descuento especial.

 

            Cuando salíamos del lugar me dijo: “Que tengan un buen día… y usted, pastor, deseo que Dios lo continúe bendiciendo”. Aunque me esforcé, no recordaba su rostro. No es fácil tener presentes a todos aquellos que he conocido en iglesias de una capital grande como Santiago de Cali. “Lo conoció en una vigilia al sur de la ciudad, no olvido el mensaje que compartió”, me explicó.

 

            Uno nunca sabe dónde están quienes nos conocen. De ahí que es necesario asumir la recomendación que hiciera el apóstol a quienes estaban ejerciendo el liderazgo en sus congregaciones: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel. Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo”. (1 Corintios 4:2, 3). Este hecho nos debe a procurar transparencia en absolutamente todas nuestras ejecutorias.

 

            Dispuestos a dar cuenta de nuestros hechos

 

            El pueblito donde crecí, Vijes, es relativamente tranquilo y, el resfriado de alguien, se convierte en noticia por espacio de varios días. Así de pacífico es. Nunca ocurre nada raro.

 

Por eso la extraña desaparición de un agricultor despertó preocupación por semanas. La esposa argumentó que había salido una madrugada a trabajar y no regresó. Dos meses después desencadenó un verdadero escándalo. Se presentó a la estación de policía local para revelar que ella, junto con su amante, habían dado muerte al esposo. ¡La conciencia la perseguía! y no pudo soportar más el asedio de los pensamientos…

 

¿Qué deseo ilustrar con este hecho? La necesidad de tener limpia nuestra conciencia y, como siervos de Dios, estar dispuestos a dar cuenta de nuestras acciones en cualquier momento.  “Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.”(Filipenses 4:4). El mundo reclama una iglesia auténtica, limpia, sin mancha… 

 

            Una vida de permanente oración

 

            Mal hacemos en pararnos frente a un púlpito si desconocemos una instrucción sencilla pero a la vez profunda y llena de significado como la hizo el apóstol cuando escribió: “Orad sin cesar.”(1 Tesalonicenses 5:17). Un hombre que sirve en la iglesia de Jesucristo no puede simplemente recomendar “Oren” sino que él mismo está llamado a pasar buen tiempo en oración.

 

            Apartados del mal

 

            Lo escuché de un pastor salvadoreño en una conferencia para matrimonios en nuestra ciudad. Decía: “Tal es el pastor, tales las ovejas” y se refería a las prácticas de un líder que son justamente las que seguirá la congregación. En ese orden de ideas, juega un papel de suma importancia la recomendación que hiciera Pablo: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. ”(Filipenses 2:14 -16). También advirtió:”Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal.”(1 Tesalonicenses 5:21, 22).

 

            Para terminar

 

            En adelante, una recomendación: cada vez que vaya a predicar un mensaje, es necesario que revise su vida para determinar si todo aquello que contiene el bosquejo de su sermón, es algo que está experimentando en su vida práctica y, si alguien fuera consultado, podría decir: “Lo que dice desde el púlpito es algo que el predicador está corroborando con hechos”.

            Ps. Fernando Alexis Jiménez