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El sufrimiento de Jesús

Pues, llegó el diablo y le pidió que abandonara su identidad de Mecía y que salvara su vida. Decía que era mejor salvar su vida que ser el Mecía; era mejor salvar su vida que ser crucificado. Era una gran tentación con el cual acorralaba a Jesús. Fue también oprimido mentalmente. Volvió y le habló diciendo “ven mira los griegos vienen por ti, refúgiate con ellos” En Juan 12:20-21 dice “Habían ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús” Los griegos quisieron invitar a Jesús a Grecia. El diablo volvió y le dijo “esta es una gran oportunidad, en lugar de estar en medio de los judíos, ve con los griegos y sálvate”. Su intención era que Jesús no tome la cruz. Pero la cruz era el plan de Dios para salvar a la humanidad. Queriendo llevar al fracaso el plan de Dios, el diablo insistió en interferir en el plan de Dios. Fue tan grande el dolor que padeció el Señor en Getsemaní; pues, fue traicionado por su discípulo amado Judás Iscariote. El hombre padece de gran dolor y desaire cuando es traicionado por alguien amado. Cuando un amado que usted alimento, le vistió y lo cuidó lo traiciona, el desaire y dolor serán algo inefable. Así fue también con Jesús, pues porque amaba a Judás Iscariote le había encargado la bolsa del dinero. Si él no le hubiera tenido confianza en él ¿cómo esto posible? Sin embargo, Judás Isacariote vendió a Jesús a precio de un esclavo. En Marcos 14:21 dice “A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡Ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido” Siendo el Señor entregado por su discípulo amado a la muerte, el dolor que padeció debió ser muy grande. Esto no fue todo, debió beber la copa del pecado, la copa llena de inmundicia y maldad.

En Mateo 26:42 dice “Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad” Él no deseaba tomar la copa; porque estaba llena de inmundicia e impureza. ¿Por qué él tuvo que responsabilizarse de algo que no cometió? Él es el Hijo de Dios, innatamente resistía al pecado. Pero Dios le ordenaba beber la copa del pecado de la humanidad y el juicio. Aceptarlo debió ser una lucha muy dolorosa. Para poder aceptarlo oró fervorosamente hasta que el sudor se transformó en gotas de sangre.

En Hebreos 5:7 dice “Y Cristo en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente”.

Oró en Getsemaní fervorosamente pidiendo a Dios la fortaleza para *****plir la voluntad de Dios. Esto no fue del todo, pues, el temor de la vergüenza y dolor físico de la muerte en la cruz lo azotaba. Estando él en forma de hombre, pero un hombre perfecto, sintió el temor que siente cualquier hombre y la vergüenza de morir en la cruz. En Marcos 14:34-37 dice “Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú. Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?”

El Señor resistió beber esta copa del pecado, rogó a Dios, pero Dios no escuchó sus oraciones. Mas le dijo que bebiera la copa por la humanidad. Esto no fue todo, cuando él estaba orando y luchando se sintió solo, porque nadie estaba intercediendo por él. Ni siquiera sus discípulos. Superar el sufrimiento y aceptar la voluntad de Dios fue una lucha; él necesitaba superar el dolor, la incertidumbre y temor para poder aceptar la voluntad de Dios. El sudor se transformó en gotas de sangre, y a la final superándolo todo decidió aceptar la voluntad de Dios, entonces se llenó de paz y de fortaleza para tomar la cruz. En Lucas 22:43-44 dice “Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” ¿Cuánto debió luchar? Llegaron los ángeles en su ayuda; pues, la lucha en Getsemaní fue algo inmensa. La lucha que siguieron fueron la continuidad de la lucha que ya había comenzado en Getsemaní.

El segundo sufrimiento que padeció el Señor fue en el concilio de Caifás. Siendo traicionado por Judás Iscariote en el jardín de Getsemaní, fue llevado por los soldados romanos al concilio de Caifás. Allí el sumo sacerdote y sus seguidores los insultaron y le injuriaron. Buscaron falsos testigos para calumniar al Señor. Cuando somos atormentados por algo que cometimos no ponemos resistencia, pero cuando somos atormentados por algún testimonio falso no sabríamos qué hacer. Pues, ellos buscaron falsos testigos, quienes inventaron rumores y hablaron mentiras para injuriarle. Pues, ellos buscaban pruebas para acusar al Señor, unos dijeron que Jesús reedificaría el templo derribado en tres días; el sumo sacerdote acosaba al Señor preguntándole “¿Eres tú el Hijo de Dios?”. Y Jesús le contestó diciendo “Tú lo has dicho”. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y dijo “!Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia”. Gritaban todos a una sola voz, crucifícalo, crucifícalo. Le agredieron físicamente. Le escupieron en el rostro, le dieron de puñetazos y le abofeteaban diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó. Esto no terminó aquí, pues, su discípulo amado Pedro le había traicionado. Pedro le siguió de lejos a Jesús y llegó al patio de Caifás y se le acercó una criada diciendo “Tú también estabas con Jesús el galileo” pero le contestó diciendo “No le conozco”. Le negó. Luego se le acercó otro y le dijo “tú también estabas con él” pero él volvió a negarle; por último llegó una muchacha y le dijo “verdaderamente tú eres uno de ellos”, a lo que él comenzó a maldecir y a jurar que no conocía al hombre. Entonces sus ojos se hallaron con las de Jesús y el gallo cantó tres veces. Salió Pedro fuera y lloró amargamente. No supo por qué traicionó al Señor, sufrió mucho y no supo cómo superar el temor; aunque él deseaba seguir al Señor, su físico fue débil. Pero cómo entenderíamos el dolor que padeció el Señor Jesús, cuando hasta su discípulo amado no sólo le negó sino que le maldijo y juro no conocerle. El dolor y el golpe fue muy grande.

El tercer sufrimiento fue en el patio de Pilato. Se desanimó grandemente de la indecisión de Pilato. Aún sabiendo que Jesús fue acusado injustamente por los judíos, no trataba de ayudarle; por la presión de la muchedumbre y por la situación política, de modo que pisoteó la justicia. Este es el camino del mundo. El mundo pisotea la justicia para contentar a la muchedumbre aún reconociendo su error. Jesús fue traicionado ante el jurado del mundo, traicionado por la muchedumbre.

En Juan 19:12-13 dice “Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone. Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata”. Como si esto fuera poco, días anteriores cuando Jesús entraba a Jerusalén, salieron a su encuentro gentes y colocaron ramas de palmeras y sus mantos en el camino, pero esta misma multitud que daban voces “Hosanna, Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel” ahora daban voces diciendo “crucifícalo, crucifícalo”. Días anteriores fueron ante él para ser perdonados, para ser consolado y sanados de las enfermedades, pero ahora lo estaban juzgándole. Así, pues, se sintió desilusionado.

En Juan 19:14-15 dice “Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale. Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César”.

Y en Lucas 23:23 dice “Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron”. Y en Mateo 27:25 dice también “Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”. Ellos no entendieron el significado de la palabra que estaban diciendo. Desde entonces el pecado de ellos fue transmitido a sus hijos. Después de A.C. 70 Jerusalén sufrió ataque y millones de personas perdieron sus vidas e Israel fue quebrantado. Desde entonces los judíos se dispersaron por todo el mundo como un pueblo sin nación, y en dondequiera que iban padecían de desprecio y persecución. En la Segunda Guerra Mundial, Hitler mató a más de seis millones de judíos. Pues, ellos dijeron “Que su sangre sea sobre nuestros hijos”. Como ellos dijeron que la paga de crucifixión de Jesús sea sobre sus hijos, así fue hecho. Esto no fue todo, Jesús fue pisoteado y torturado por los soldados del gobernador.

En Marcos 15:15 dice “Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado”. El látigo que usaron para azotar a Jesús estaba formado de cinco pajuelas y en cada una de ella tenía aguijones de metal que laceraban terriblemente. En cada azote estos aguijones de metal arrancaba la piel del Señor. Según la leyenda que Jesús fue azotado 39 veces y en cada una de ella su espalda y pecho sufrió grandes heridas. Y le sangraba. En Mateo 27:27-30 dice Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: “Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza” El es el creador del Universo, el Señor de Señores y rey de reyes, pero él fue injuriado; llegó al mundo en forma de hombre, pero los habitantes de la tierra no quisieron reconocer al Señor. Pienso que hasta los ángeles debieron haberse lamentado en gran manera. Fue el Señor severamente azotado en el atrio por los soldados del gobernador y dice la Palabra que por su llaga fuimos nosotros curados. Él padeció el dolor por la remisión de nuestros pecados y enfermedades.

El último sufrimiento fue en la cruz. El dolor que padeció Jesús en el Calvario fue algo inefable. En Salmos 22:14-18 dice “He sido derramado como aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; Entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes” El sufrimiento de Jesús fue algo inefable que derretía todo su ser. No pudo dormir, ni conciliar el sueño. Cargando la cruz caminó hacia el Calvario y allí fue crucificado. La muerte en la cruz fue usado en Persia y adquirido por los romanos. Hasta D.C. 4 fue usada este método para sentenciar a los criminales más viles y era estigma de infamia. Generalmente los esclavos y los rebeldes extranjeros eran crucificados. Así fue sentenciado Jesús; usando clavos de 20 centímetro de largo clavaron las manos y los pies.

Estaba padeciendo un dolor terrible, pues, los nervios del

cuerpo estaban sufriendo de rupturas. Porque estaba colgado,

los músculos del pecho se contraían, el cual impedía la normal respiración. Porque no podía respirar normalmente todo el cuerpo sufría de escasez de oxigeno que daba origen a las convulsiones. No sólo eso, por la hemorragia en los pies y en las manos estaba muriendo lentamente. Estaba padeciendo de un dolor severo. Pero lo que más estaba temiendo el Señor no fueron estos dolores, sino el ser abandonado por Dios. Él era uno solo con Dios; era la misma imagen de la gloria de Dios. Aún así, cuando él tomó todo el pecado de la humanidad para redimirlo, Dios retiró su rostro de él. Dios que había estado con Jesús desde la creación del mundo, lo abandonó en la cruz. En Mateo 27:43-44 dice “Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él” Y en Marcos 15:33-34 dice “Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿Lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?”

Siendo desechado por Dios, su alma estaba en tinieblas del infierno. ¡Cuán grande es el amor de Dios por nosotros que padeció este sufrimiento! Si Jesús hubiera clamado a Dios su ayuda, Dios hubiera enviado a sus ángeles para bajarlo de la cruz. Pero Cristo por amor a nosotros enmudeció y permaneció en la cruz. Como si fuera poco el vacío que sintió fue aún más grande, cuando sus discípulos y la muchedumbre los abandonó. Aunque sea muy dura el dolor si está rodeado de seres queridos, podrá resistirlo; pero él estaba solo y abandonado. De modo que la soledad que él sintió fue algo profundo. Cuando tomaron a Jesús los soldados y el sumo sacerdote, los discípulos del Señor huyeron y no le acompañó hasta el Calvario. En Marcos 15:29-32 dice Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: “Bah! Tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó a sí mismo no se puede salvar. El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban” Los que estaban allí se burlaban diciendo “salvó a otro, pero a sí mismo no puede salvar”. Ellos inconscientemente estaban admitiendo que la salvación viene de Jesús. “Salvó a otros” Es decir, perdonó a otros, sanó, echó fuera demonios, levantó aún al muerto y alimentó a los hambrientos fueron las confesiones de los angustiadores. Por la humanidad, Jesús no podía salvar su vida, porque quienquiera que sea tendría que pagar por el pecado; y un pecador no podría jamás pagar el pecado del otro. Solamente el que este libre de pecado, estaría capacitado para redimir el pecado del otro. Así, pues, Jesús se entregó a sí mismo en la cruz; por tanto, salvó a otros, pero a sí mismo no. Era tan grande el amor de Jesús que aún estando en la cruz sintió pena por la muchedumbre. En Lucas 23:34 dice “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes” Sabiendo que ellos en poco tiempo caerían en el lago de fuego y azufre, sintió lástima por ellos. Porque ellos sin saber lo que les espera, meneando la cabeza le injuriaban al Hijo de Dios. El Señor fue crucificado a las 9 de la mañana y desde el medio día hasta las tres hubo tinieblas. Clamó diciendo “Elí, Elí Lama Sabactani” “Tengo sed” “Consumado es” y encomendó su espíritu a Dios. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El velo del templo era usado para impedir el paso de la gente al lugar santísimo; pues, era usado para separar el lugar santo y el santísimo. Pero con la muerte de Jesús el veló se rasgó de arriba abajo, dejando al descubierto el lugar santísimo. Es decir, cualquiera que acepte a Jesús, mediante la sangre preciosa del Señor, podrá presentarse delante del trono de Dios. Se abrió un nuevo camino para presentarse ante Dios. No importa cual sea su pecado, si acepta al Señor y permite que la sangre preciosa del Señor limpie sus pecados, hay un camino directo para presentarse ante Dios. Este es el camino de la sangre preciosa del Señor. Isaías profetizó del sufrimiento que padecería Jesús en la cruz hace 600 años antes de Cristo. Pues dice en Isaías 53:4-12 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿Quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartió despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” Y en Isaías 52:13-15 dice “He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto. Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres, así asombrará a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído” Hermanos la muerte de Jesús en la cruz no fue algo accidental. Fue profetizado 600 años A.C. por el profeta Isaías, que por nuestros pecados fue él crucificado. Dice “Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres”. Fue agredido de tal manera que no había parecer en él; todo su cuerpo estaba lastimado y ensangrentado; pues todos quedaron perplejos. Pero dice también que luego él asombrará a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca. Porque sabrán entonces que él es el rey de reyes y Señor de Señores, salvador del mundo. Que el mundo sabría que él es el Señor. Hoy cuando nosotros aceptamos al Señor como nuestro salvador, él se transforma para nosotros en rey y Señor. Y todo aquel que en él cree no se perderá, mas tendrá vida eterna. Pues, de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, y todo aquel que cree en él no se perderá, mas tendrá vida eterna. El sufrimiento de Jesús, los dolores y el desamparo del Señor no fue en vano, fue para entregarnos la salvación, gozo, paz y consuelo. Por tanto, en Cristo Jesús goce del perdón, justicia y gloria. Y en su nombre eche fuera el diablo y al mundo; luego llénese del Espíritu Santo y del reino de Dios. Para que así goce también de sanidad física y espiritual. Mediante el sufrimiento de Jesús estamos libres de la maldición y de la pobreza, mas estamos participando de la bendición de Abraham; y por él la muerte y el Hades fueron echados fuera, en su lugar tenemos la resurrección y la vida eterna. Gracias al Señor que todas estas bendiciones lo tenemos sin precio alguno. Dice la palabra que “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Solamente por fe y por la gracia de Cristo gozamos del amor de Dios y el amor de Dios nos salva y nos limpia de todos nuestros pecados, nos justifica y nos lleva a participar de la gloria de Dios. En aquel día de la resurrección, cuando el Señor nos llame, nos levantaremos y entraremos a morar eternamente en la gloria.

Oración
Dios santo y glorioso, enviando a Jesús a nosotros los hiciste padecer de la cruz; un sufrimiento inefable. Sufrimiento que era nuestra lo padeció el Señor, así nos salvó de la muerte y del Hades. Gracias porque tu muerte en la cruz nos liberó de la muerte eterna. Oh Dios sabemos que merecemos la muerte, pero si aceptamos a Jesús por fe, tendremos la salvación. Oh Padre te damos las gracias porque nos guarda en tu regazo. Gracias por la vida eterna. Oh Dios pedimos misericordia sobre aquellos que aún no tiene la salvación. Oramos en el nombre de Jesús. Amén.