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EL QUE PUEDE PERDONAR PECADOS

Pero al parecer, la Biblia no tiene ningún interés en presentarnos a Jesús como un artista al estilo de Hollywood, a quien se le adoraría más por su físico que por su obra y oficio. El interés de la Biblia más bien es que cada hombre descubra e interprete a Jesús a la luz de una visión y relación espiritual. Sólo el Espíritu Santo puede revelarnos a Cristo de una manera que le conozcamos como el Salvador de nuestras almas. Juan el apóstol y Juan el Bautista, ambos conocedores de los rasgos físicos de Jesús, nos dan una visión de él en un contexto espiritual muy alto. En su primer capítulo, Juan nos presenta a Jesús como el Hijo eterno de Dios. Él pudo decirnos como era Jesús, pues él llegó a «palparlo», como dice en sus escritos. En lugar de eso dice que ellos “vieron su gloria, gloria como del unigénito del Padre” (Jn. 1:14) Juan el Bautista, quien llegó a ser familia de Jesús por la relación que había entre Elizabet y María, lo vio como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”(1:29) Él pudo haberlo descrito de una manera familiar. Pudo haber hecho alusión a su rostro o a sus manos encallecidas por su oficio de carpintero. Sin embargo, la visión que tuvo de él lo llevó a reconocerlo como el “substituto” por el pecado, y como el Hijo de Dios. Y es que la visión que tengamos de Cristo determinará la clase de creyentes que somos. Juan el Bautista nos invita a ver a Cristo como Cordero de Dios. A verlo como el único que puede perdonar pecados.

ORACION DE TRANSICION: Descubramos quién es Cristo como el Cordero de Dios

I. UNO QUE ES ENTREGADO POR DIOS

Al pueblo de Israel se le habían dado especificaciones sobre la presentación de los corderos para los sacrificios por los pecados. La ausencia de defectos y de manchas serían las características sobresalientes. Se ofrecía un cordero como ofrenda quemada continua cada mañana y cada tarde (Ex. 29:38-42), y para el día sábado el ofrecimiento era doble (Núm. 28:9). Esto se hacía también cada mes, durante los siete días de la Pascua (28:16,19) y en otras fiestas judías. Las familias se cuidaban de criar y presentar tales animales. Es bastante probable que Juan tenía en su memoria aquellos sacrificios ceremoniales. Pero también él conocía, como profeta del Señor, la profecía de Isaías 53, quien había descrito al venidero Mesías como una oveja para el sacrificio; así lo describió Isaías: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Is. 53:7) Los demás corderos fueron presentados por las familias, pero este fue presentado como “Cordero de Dios”. El mismo no fue destinado durante el tiempo del tabernáculo o durante el tiempo del templo, sino que fue destinado “antes de la fundación del mundo” (1 Pe. 1:20) Él llegó a ser el hombre-cordero asignado divinamente para una misión redentora. Todos los títulos que se le han otorgado a Cristo son importantes, y todos los ha ejercido, pero ninguno como el que le asignó Juan el Bautista. Esta designación representaba muerte, expiación, dolor, quebranto, angustia y menosprecio. Él es la más incomparable y sublime demostración del eterno amor de Dios por esta humanidad perdida. Según la descripción de Pedro, él fue el cordero “sin mancha y contaminación” (1 Pe. 1:19) Tuvo que ser asi por causa de su misión, pero también por cause de quien lo envió. Si él procedía del cielo, no podía ser de otra forma. En él estaba concentrado toda la santidad divina, aunque paradójicamente vino a enfrentar los horrores y estragos del pecado.

II. UNO QUE ES ENTREGADO COMO SUSTITUTO
La paga del pecado ha sido sentenciada por mandato divino; Pablo lo expresó así: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23) El hombre al pecar contra Dios incurrió en la posibilidad de una doble muerte. La muerte física es un hecho indetenible. Su trabajo es de 24 horas. El mundo es un escenario de muerte continuo. No hay noticias que sean trasmitidas sin que se deje de mencionar algún tipo de muerte. Pero la muerte final que causará el pecado, es la muerte eterna. Ella es una posibilidad latente, a menos que acepta el regalo de la vida eterna preparado por Dios en Cristo. Para que no ocurra la segunda muerte, el pecado necesita ser perdonado. Y para que haya perdón del pecado, fue necesario desde el principio, el derramamiento de sangre de una víctima como sustituto. Los continuos sacrificios de los corderos, bueyes y palomas, y con ellos el derramamiento de la sangre, eran ofrecidos por diferentes culpas y pecados. Había el caso de animales en quienes el sacerdote colocaba sus manos confesando todas las iniquidades, rebeliones y pecados del pueblo Un macho cabrío era usado para esto. Luego un hombre lo llevaba al desierto donde moría abandonado (Lev. 16: 21) El pueblo de Israel vivió bajo la constante práctica de hacer un sacrificio para el perdón de los pecados. El profeta Isaías describe a toda la humanidad descarriada, como consecuencia del pecado, y luego nos presenta a Dios poniendo sobre los hombros de su Hijo todos los pecados de semejante extravío (Is. 53:6) Nosotros merecíamos la condena eterna, pero el Cordero de Dios murió como sustituto. El cordero que se sacrificaba para la pascua era un recordatorio de la libertad que el pueblo tuvo de la esclavitud egipcia. Aquella última noche, cada familia sacrificó un cordero y puso la sangre sobre el dintel de su casa para que de allí “pasara” ( que es el significado de la Pascua) el ángel destructor que estaba matando a los primogénitos de los egipcios (Ex.12:1-28). Pablo toma esta figura para decirnos: “. Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Co. 5:7) Asi, pues, Cristo es el verdadero Cordero “que limpia el pecado del mundo”. .

III. UNO QUE ES ENTREGADO PARA SATISFACER LA JUSTICIA DE DIOS

Visto de una forma paradójica, la muerte de Cristo satisfizo la justicia de Dios. En la ley había una sola sentencia: «El hombre que no hiciere según lo que está escrito, morirá por ello» ( ) Ningún hombre podía *****plir con la ley hasta el punto de satisfacer las demandas divinas. La falla mínima en algún mandamiento les constituía en transgresor. Pero ahora Dios, a través de Jesucristo, nos acepta y justifica, salvándonos de todo pecado. La justicia de Dios demandaba muchos juicios contra el pecado, pero a partir de la muerte de Cristo, su inconmensurable amor y poder, se ven como libres para poder redimir al hombre. La ira de Dios fue aplacada, asi como el mar fue aplacado cuando aquellos marineros echaron al agua a Jonás, el profeta desobediente (Jon. 1:15) Nuestra mente limitada le cuesta entender cómo la ira de Dios contra el pecado se puede aplacar sacrificando a su propio hijo. Pero así fue. Dios descargó su ira sobre el pecado, manteniendo su misericordia sobre el pecador condenado. Con este acto, El aborrece el pecado, pero ama sin limitación al pecador. Cristo satisfizo todo lo que Dios requería para su tratamiento final contra el pecado. A través de él, el Padre eterno demostró uno de sus más grandes atributos: la misericordia divina. Cristo como el Cordero de Dios *****plió con todas las demandas divinas. Con su obediencia complació a su Padre y salvó a la humanidad. Estas dos cosas hizo la muerte de Cristo. No había otra manera para hacerlo.

IV. UNO QUE ES ENTREGADO COMO RESCATE POR UN PAGADO
La paga por los rescates se ha constituido en toda una empresa para obtener dinero en mucho de nuestros países. Pero hubo alguien que pagó un rescate, no para defenderse de la muerte, sino para acabar con el pecado. La muerte de Cristo, como el Cordero de Dios, se constituyó en el gran rescate pagado a las demandas santas de Dios. Cuando Pedro nos amonesta a “conducirnos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Pe. 1:17b), hace alusión al rescate que fue pagado por nuestros pecados. El dice que el precio no fue pagado por el “oro o la plata”, que son muy apreciados por la humanidad. El precio fue la “sangre preciosa de Cristo..” (1 Pe. 1:19b) Hay hombres, a lo mejor por ignorancia de este sacrificio, que han “pagado” por el perdón de sus pecados y por su entrada al cielo. La historia de las Indulgencias, y los «puentes» que se han creado para alcanzar a Dios, nos muestra ese lado repugnante, así como el menosprecio a tan caro sacrificio hecho por los pecados. Con la sangre derramada, Cristo pagó el precio de nuestro rescate. Su sangre nos redimió o compró. El término“redimir”, que era usado en el mundo del comercio de esclavos, nos ilustra la acción hecha por Dios. En su condición de pecado, el hombres está bajo condenación perpetua. De esta manera lo sentencia la escritura: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3:18) Pero la muerte de Cristo hizo posible no sólo una compra en el gran “mercado” de pecado, sino que le sacó de allí para que nunca más estuviera expuesto a la venta. ¡Qué precio tan alto ha tenido nuestra salvación! ¡Cómo podemos descuidar una salvación tan grande!


CONCLUSION: Juan el Bautista tuvo la oportunidad de ver a Jesús muy de cerca. Es posible que se criaron junto debido a su relación familiar. Él tuvo el privilegio de bautizarle, lo que le permitió contemplar y admirar su persona. Por segur oyó su voz y le tocó físicamente. Él pudo haber dicho muchas cosas de Jesús cuando le vio “al siguiente día”. Sin embargo, se concretó a decirnos que él era el Cordero de Dios. No había duda que esta descripción calificaba a Jesucristo dentro de lo que era su auténtica misión: “El cual se dio a si mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gáal. 1:4) ¿Ha limpiando ya Cristo tus pecados? ¿Le ha recibido como el Cordero de Dios «que quita el pecado del mundo?