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Dónde pone sus ojos el Señor Jesús

El Señor Jesús establece la plantilla del trabajo que debe desarrollar la Iglesia aquí en la tierra.

1º Recorrer ciudades y aldeas.

2º Enseñando.

3º Predicando el EVANGELIO DEL REINO.

4º Sanando toda enfermedad y toda dolencia.

 
Por supuesto, los discípulos que le siguen, son eso precisamente: DISCÍPULOS que van aprendiendo lo que hace su Señor. Sin embargo los discípulos juntamente con el pueblo estaban muy excitados viendo todas las maravillas y milagros que Jesús hacía en cada ciudad y aldea, unos saltaban otros gritaban y muchos glorificaban a Dios; se abrazaban y seguían con alegría y regocijo a Jesús.


Los discípulos no tenían ojos más que para ver los milagros que el pueblo recibía, pero Jesús tenía la vista puesta en la verdadera necesidad de las multitudes, sí tuvo compasión de ellas a causa de tanta enfermedad y dolencia, pobreza e ignorancia disponiéndose a suplirlas, La gente ya estaba satisfecha, estaban sanos, ya veían a sus parientes, unos caminar, otros ver, otros resucitar y muchos otros liberados, pero la causa principal no estaba siendo atendida.


La verdadera necesidad no estaba en los defectos físicos y carencias de la gente, sino en su espíritu, que a pesar de estar saltando de alegría por haber sido sanados, Jesús tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.


Estar desamparadas y dispersas significa perdidas, extraviados, sin rumbo, sin orientación, sin metas. En realidad esta es la condición de la Humanidad, es el efecto principal del pecado introducido en el principio. Si Adán es el inculpado. Sin embargo, Caín es el que puso este estigma en el mundo, cuando recibió la sentencia por su pecado dijo: Grande es este castigo para ser soportado. Él podía recibir su vida pero para que la quería si no sabía a donde ir, sea el lugar que fuera siempre estaría como extranjero y extraviado.


Todas las necesidades estaban siendo suplidas, pero necesitaban ministerios que les dieran un sentido de orientación a sus vidas, de ubicación y objetivos concretos y bien definidos.
Para resolver esta necesidad Jesús los despertó de su emocionalismo y condujo la mirada de los discípulos a esta necesidad del espíritu. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.


El trabajo de los discípulos era orar al Señor de la mies, no que enviara más evangelistas, maestros, profetas o apóstoles, sino obreros con el corazón de pastor, un corazón forjado en lo alto allí donde está el Señor de la mies. Un corazón que tenga la sensibilidad del espíritu para ver no las llagas del individuo sino el interior de su corazón y volverlo de su pecado de rebeldía y soberbia. Un corazón de pastor como el de Jesús que dedique tiempo para interceder, para aconsejar, para orientar, para enseñar, para amar a tantos que pueden estar saltando de alegría porque fueron sanados y que están dentro de nuestras iglesias, pero desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.


Hablando en forma figurada, en el cielo hay cinco ventanillas donde se hace línea para recibir cualquiera de los ministerios como Apóstoles, Profetas, Evangelistas, Maestros y Pastores. Pero paradójicamente las primeras cuatro ventanillas están vacías, no hay nadie solicitando esos ministerios, sólo la ventanilla de Pastor tiene una línea muy larga de solicitantes.


Algo no está funcionando bien, cuando la necesidad que palpó el Señor todavía está vigente y sin suplir.
Será que estamos olvidadno la recomendación del Señor Jesús de Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies, obreros no convencionales, sino que salgan del corazón de Dios.
Las multitudes seguirán buscando a los ministerios que les suplan sus necesidades físicas, pero batallarán para encontrar un obrero que las saque de ese laberinto.
Rogamos a Dios que envíe estos obreros a su mies.