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A CARA DESCUBIERTA

Lo inevitable sucedió. Las aves pronto descubrieron que en realidad él no era un pájaro. Los animales a su vez decidieron que él no era uno de ellos. Tanto los unos como los otros arremetieron contra él. Y desde entonces, según Esopo, el murciélago teme salir a la claridad y es por eso que hace sus correrías de noche.

Desgraciadamente, muchos cristianos viven una vida parecida al animal de la fábula, cuando deberían estar viviendo la vida cristiana victoriosa. Parecieran estar atrapados en la derrota. Parte del problema es que algunos hemos caído en la trampa de ponernos una máscara de cristianos. Nos conducimos piadosamente, en victoria, en aparente triunfo, porque eso es lo que se espera de nosotros.

El apóstol Pablo estaba en contra de esta imitación de la vida cristiana (2Cor.2:17). Debemos ser sinceros, honestos, transparentes. No debemos depender de nuestros esfuerzos humanos para vivir la vida cristiana; debemos vivir en Cristo y dejar que Él haga Su trabajo por medio de nosotros. En otras palabras, Pablo dice, inspirado por el Espíritu Santo: “¡Sáquense las máscaras!”.

PROPOSICION: Sólo podemos disfrutar la vida victoriosa cuando vivimos a cara descubierta y dejamos que Cristo nos haga la clase de personas que Él quiere que seamos.

1.- ¿ESTAMOS VIVIENDO EN EL ESPIRITU O EN LA CARNE?

Pablo declara que debemos elegir entre vivir en el Espíritu o en la carne; confiar en nuestros propios medios, que son limitados, o en la inagotable fuente del Espíritu. El apóstol señala dos tipos de gloria que puede experimentar un cristiano (2Cor.3:7-11).

Cuando tratamos de vivir la vida cristiana, podemos experimentar la gloria de la ley (el legalismo) o la gloria permanente de Cristo. Hay que admitir que las personas legalistas parecen tener cierta gloria y esplendor. Son disciplinados y dedicados a su causa. Pero el legalismo siempre engendra orgullo. Por lo tanto, la ley está en directo contraste con la libertad que proviene de la gracia de Dios.

Además la gloria del legalismo se desvanece porque la persona legalista tiene un límite de fuerzas. Esa persona trata de vivir en sus propias fuerzas y su gloria es pasajera; en lugar de vivir en la gloria de Cristo.

2.- DEBEMOS DEJAR DE ESCONDERNOS TRAS UN VELO

Cuando nos hacemos el propósito de vivir para Dios con nuestra energía y reglas espirituales, descubriremos que estamos llenos de debilidades. Pablo trata este tema tomando como ejemplo a Moisés (2Cor.3:12-18).

Cuando Moisés recibió los 10 mandamientos en la presencia del Señor, algo muy interesante sucedió. La experiencia fue tan gloriosa que el rostro de Moisés comenzó a resplandecer (Ex.34:29-35). Cuando bajó del Monte, el pueblo tuvo temor porque su rostro resplandecía como el sol. Moisés, entonces, resolvió hacer algo extraño. ¡Cubrió su rostro con un velo! En aquella cultura sólo las mujeres usaban velo. ¿Podemos imaginarnos a Moisés, el líder, con un velo sobre su rostro a la manera de las mujeres? Debió estar muy desesperado si prefirió esconderse tras un velo para evitar que la gente viera que la gloria de la ley se estaba desvaneciendo.

Cuando los hombres y mujeres legalistas han tratado de servir a Dios y ven que en sus vidas hay inconsistencias internas y pasiones descontroladas, comienzan a encubrirlas. Se ponen un velo. Fabrican una máscara para mostrar a los demás cuán espirituales son, pero por dentro se sienten miserables.

Consideremos por un momento el v.17. Los cristianos que viven en el Espíritu, no necesitan ser prisioneros de máscaras de legalismo. Cuando nos quitamos la máscara y vivimos a cara descubierta, tenemos libertad; y según el v.18, somos transformados en la semejanza de Cristo.

Pablo también nos señala que mientras persistamos en tener nuestras máscaras legalistas, no podemos ver al Señor (v.14-16). Nuestros velos no sólo esconden nuestras debilidades para que otros no las vean, sino que se interponen entre nosotros y el Señor. Las máscaras endurecen nuestras mentes y corazones e impiden el crecimiento espiritual. Esa es una de las razones por as que algunos no somos lo espiritualmente maduros que debiéramos ser.

CONCLUSION: Este mensaje de Pablo no ha perdido actualidad. Nuestra imborrable influencia, ya sea para bien o para mal, afecta a cada persona que encontramos y cada tarea que emprendemos. Uno de los propósitos de Pablo en esta porción de 2 Corintios es hacernos conscientes de nuestra influencia y animarnos a vivir como cristianos, como hombres y mujeres que Dios ha enviado a ministrar en el mundo.